Soy consciente de que los tres o cuatro incondicionales que siguen con cierta asiduidad mis desvaríos por este páramo habrán percibido un suave descenso en las entradas durante estos últimos meses. Podría excusar tanto abandono aludiendo a las limitaciones de mi intelecto (lo que no es ningún secreto), o a un repentino estado de apatía que hubiera hecho mella en mi organismo. Pero, de hacerlo, estaría faltando a la verdad. Pues no es pereza ni mediocridad lo que ha ralentizado el progreso de este blog, sino todo lo contrario. La tan temida crisis de los cuarenta ha empezado a hacer acto de presencia en un servidor, y desde hace unos meses no es que no quiera hacer cosas, es que quiero hacer cosas nuevas. Diferentes. No sé, siento que necesito plantearme nuevos retos, asumir riesgos que le den un nuevo sentido a mi vida. No quiero decir con esto que desde un tiempo a esta parte haya vivido encerrado en un cuarto de 2 m² para escribir durante quince horas al día la novela del siglo, o arrojar algo de luz sobre la fusión fría o el bosón de Higgs. Mis metas, para qué negarlo, han sido mucho más humildes, pero eso no quita para que juzgue estos últimos meses como un lapso de tiempo regido por el esfuerzo y las privaciones constantes (por no hablar de los innumerables sacrificios familiares). Tal vez por eso ahora estoy en disposición de valorar tanto lo conseguido. Y es que, tras ocho largos meses, he conseguido que mi sueño se haga realidad. ¡Por fin mis tortugas han realizado su primer Castell!
He de confesar que la idea primigenia surgió de modo espontáneo e involuntario, una tarde en casa mientras reproducía en mi portátil un vídeo sobre castells grabado semanas antes en la localidad barcelonesa de Vilanova i la Geltrú, con motivo de la celebración de la “Festa Major”. Recuerdo que yo estaba en la cocina, preparando una ensalada para cenar, cuando al sonido de las “gralles” y “timbals” observé impertérrito cómo los tres galápagos de mi terrario iniciaban un esbozo de agrupamiento vertical. Ustedes me disculparán si no desvelo los detalles técnicos del entrenamiento seguido con las tortugas desde aquel día (entre otras cosas, porque la experiencia ha sido admitida para publicación en una revista ucraniana de etología), pero adelantemos al menos que el mérito es consecuencia del diseño y puesta en marcha de un sofisticado programa de modificación de conducta (sustentado tanto en el condicionamiento encubierto, como en el control estimular y la alteración de los hábitos dietéticos de los galápagos).