sábado, 16 de junio de 2012

LECTURAS EN EL BAÑO (Junio 2012) (y II)



Dejo hoy una nueva fotografía del aspecto actual del lavabo de mi cuarto de baño, una fotografía que ilustra a la perfección cómo las cosas pueden cambiar de un día para otro, en función de las circunstancias (si no me creen, echen un vistazo a la fotografía de la entrada anterior).

Comencemos:

 (Editorial Seix Barral)

Básicamente, “La camarera”, de Markus Orths, cuenta la rutinaria existencia de Lynn Zapatek, una camarera que adecenta las habitaciones del hotel Eden y que, sin comerlo ni beberlo, termina pasando las noches de los martes debajo de la cama de alguno de sus huéspedes. Lo tengo casi terminado y, la verdad, me está gustando bastante. En mi última visita a Córdoba descubrí en una librería que Seix Barral había editado una nueva novela de Orths (“La sala de profesores”), y creo que Salamandra ha publicado también algo de este autor alemán. 

(Editorial Anagrama)

“Catedral”, de Raymond Carver. Seamos claros: lo primero que me gustó de este libro de relatos fue su portada. Bueno, miento; lo primero que me gustó de este libro de relatos fue que está escrito por Carver (me encantaron “Si me necesitas, llámame” y los poemarios “Todos nosotros” y "Bajo una luz marina"). Pero es cierto, compré este libro por la portada. En concreto, por ese edificio que es como una enorme colmena rectangular, que tanto me recordó a la Facultad de Psicología de Málaga y a los buenos años malgastados allí.


Una muestra representativa del nivel de aprovechamiento de esa dura época estudiantil la tengo colgada junto al título de licenciado…


…muy cerca de un lapicero repleto de bolis Bic reconvertidos en chuletas de asignaturas cuyo nombre, la verdad,  ya ni recuerdo.


Tengo que darle más vueltas a esto, pero sospecho que podría esbozarse una curiosa teoría sobre la perseverancia y la elección racional vital, atendiendo al uso individual que cada persona hace de sus bolígrafos Bic. Sirva de ejemplo como, mientras unos los usamos como medio para aprobar asignaturas infumables, otros lo emplean con propósitos mucho más nobles y  artísticos.

(Juan Francisco Casas. Cuadro realizado con un boli Bic. Muy pronto hablaremos con más detenimiento de este artista cuya obra es fantástica).

(Editorial Acantilado)

“Recreaciones”, de Yuri Andrujovich, es uno de esos libros que a veces me compro un poco a lo loco. Había hojeado en no sé dónde una entrevista a este autor y me apetecía leer algo de lo que se está “cociendo” (literariamente hablando) en Ucrania. Al margen de todo esto, resulta curioso el conglomerado de factores que, en ocasiones, puede condicionar la lectura de determinados libros. Recuerdo que éste lo compré en enero de 2010 y que en ese momento, por más que lo intenté, no conseguí pasar de la página 15 o 16. Hace unos días, sin embargo, lo redescubrí mientras ordenaba la biblioteca. Y desde entonces no lo suelto. No sé, me está resultando divertido seguir de cerca las peripecias de Jomski y compañía por el Festival del Espíritu Renaciente, en la zona vieja de Chortópil (ciudad imaginaria, ubicada en Ucrania). 

(Editorial DeBolsillo)

“Lo mejor de McSweeney´s”, de autores varios. Qué quieren que les diga. Para mí es el libro perfecto para periodos como este, en el que los exámenes de Antropología consumen casi por completo mi tiempo libre, reduciendo mis horas de sueño a niveles de casi supervivencia. Este tomo reúne una selección de cuentos de autores norteamericanos publicados originariamente en McSweeney´s, una de las mejores revistas literarias de Estados Unidos. Como no podía ser de otra forma, mi lectura del mismo está siendo anárquica y muy satisfactoria. Pero qué puede esperarse de un volumen que contiene cuentos de tipos como David Foster Wallace (“Otro ejemplo más de la porosidad de ciertas fronteras (VIII)”), George Saunders (“Cuatro monólogos institucionales”) o Rick Moody (“Rancho Doble Cero”).

(Editorial Anagrama)

“Zonas húmedas”, de Charlotte Roche. Este libro, a igual que “La camarera” lo llevo muy avanzado. He de decir que me enganchó mucho su inicio. Pensaba que un libro que prácticamente comienza  así: “Desde que tengo uso de razón sufro de almorranas” no podía estar mal. El problema es cuando las más de 200 páginas que siguen son un minucioso compendio de fisuras anales y otros desgarros. Un libro que haría las delicias de un proctólogo de vacaciones en una playa atestada de Fuengirola, pero que, la verdad, no está satisfaciendo mis expectativas.

(Editorial Libros del Silencio)

“Knockemstiff”, de Donald Ray Pollock. Intentaré decirlo de modo suave: este libro es impresionante. Brutal. Lo terminé de leer (la primera vez) en navidades, pero el hijoputa me persigue desde entonces, y cuando no me lo encuentro en el lavabo está en mi mochila o debajo de mi almohada (y no es coña). Me gusta tanto que hasta me lo he comprado en inglés (7,99 libras).


Por ponerle algún defecto, diré que Knockemstiff es uno de esos libros que uno lee muy de tarde en tarde y que, cuando lo terminas, hace parecer una mierda todos los libros que en adelante intentas leer. 

Que ustedes lo pasen bien.