jueves, 23 de diciembre de 2010

KONSTANTIN NOVOSELOV


¿Cómo explicaría el placer de investigar y descubrir a alguien no familiarizado con la ciencia? pregunta la periodista.

Konstantin Novoselov, que acaba de recibir el Premio Nobel de Física con apenas 36 años por su descubrimiento del grafeno, lo piensa unos segundos, sonríe, y apoyando levemente los codos sobre la mesa de su despacho de la Universidad de Manchester responde:

Imagine que está recorriendo el Gran Cañón de Colorado o un sitio así de bonito en España, o en Canadá... El paisaje que se le va apareciendo ante los ojos es grandioso y uno sigue avanzando convencido de que un poco más allá habrá otro panorama más estupendo aún. Tienes que trabajar duro para avanzar, pero lo haces porque esperas encontrar algo magnífico, interesante. Esta es la mejor comparación con la investigación.


(Para leer la entrevista completa pincha aquí).

martes, 14 de diciembre de 2010

AIR DOLL


Air Doll es la última película del director japonés Kore-Eda Hirokazu. Cuenta la historia de una muñeca hinchable de tamaño natural que un buen día cobra vida y...


Como botón dejo el trailer de la película y un fragmento que me gusta mucho .


–Con permiso –dice la muñeca hinchable. Se sienta. Saca de su bolso unas agujas de punto y lana de color azul.

El viejo la mira. Fuma.

–Dime –dice el viejo –. ¿Has oído hablar de un insecto llamado “Efímera”? Ese insecto muere un día o dos después de dar a luz. Tiene el cuerpo vacío, no tiene ni estómago ni intestinos. En su interior solamente tiene huevos. Es una criatura nacida sólo para dar a luz. Los seres humanos no somos muy diferentes. Nada tiene sentido.

La muñeca lo mira.

–Yo también estoy vacía –dice, llevándose la mano al pecho.

–Qué coincidencia –dice el viejo, dándose también golpecitos en el pecho-, a mí me pasa lo mismo. Estoy vacío.

–¿Cree que habrá más como nosotros?

–Hoy en día todo el mundo está vacío.

–¿Todo el mundo? –pregunta la muñeca.

–Sí, sobre todo las personas que viven en ciudades como esta.

La muñeca mira al frente.

-No eres la única –dice el viejo.

La muñeca sonríe.

(Plano de la ciudad).

domingo, 5 de diciembre de 2010

HORMIGUEROS EN REPOSO


Me gustan los hormigueros, el caótico orden implícito en el tránsito inagotable de las hormigas. Me gusta observarlos durante los escasos instantes en los que la actividad frenética que bulle a su alrededor parece detenerse, para retomar enseguida su trasiego febril. En fin, qué quieren… es una distracción como otra cualquiera, tan respetable y carente de sentido como puede ser contar farolas, mirar pechos a escondidas o coleccionar callejeros de ciudades que nunca visitaré. Lo cierto es que esa sensación de soledad donde hasta hace sólo un momento había bullicio me relaja y conforta. Algunos de mis lugares favoritos son precisamente eso: hormigueros en reposo. Espacios que durante la mayor parte del día son un maremágnum de turistas ataviados con mochilas, planos y sandalias con calcetinillos blancos, que al llegar la noche se desprenden de  toda presencia humana, presentándose puros para el paseante solitario.

A bote pronto me vienen a la cabeza hormigueros como Venecia al amanecer o el puente Carlos a medianoche. Pero tal vez sea la judería de Córdoba el hormiguero que mejor conozco, con las blancas fachadas de sus casas agujereadas por multitud de alcayatas que, con el nuevo día, se transformarán en mostradores al aire libre, repletos de trajes de gitana y souvenirs varios. Allí, a horas intempestivas, el tiempo parece haberse estancado, y uno no sabe si está en 2010 o en 1600. Precisamente fue en la judería donde, en uno de mis últimos paseos, me di de bruces con el mismísimo Luis de Góngora. Recuerdo que al verlo me detuve asombrado, y que por un segundo él también pareció inquietarse. No recuerdo lo que nos dijimos. A aquellas horas de la madrugada uno andaba notablemente perjudicado.

lunes, 15 de noviembre de 2010

JR

Como suele pasar en la vida, una cosa llevó a la otra. En concreto a la web de JR, un artista que, tomando como lienzos las paredes de una favela en Río de Janeiro, es capaz de hacer cosas como estas:






(Videos sobre el proceso de creación en la favela de Río de Janeiro)

Para ver más obras de este artista visita su web.

domingo, 31 de octubre de 2010

COINCIDENCIAS VARIAS

Como a todo el mundo, pienso, me persigue el azar. La casualidad. O, usando un término más de mi agrado, las “coincidencias”. Tal vez por eso me gusta tanto “La música del azar” de Auster. O la historia de las ciencias, repleta de jugosos ejemplos en los que lo accidental ha resultado determinante para muchos descubrimientos y avances científicos (desde la penicilina o el principio de Arquímedes hasta el velcro o muchos fármacos psicoactivos). Ahora mismo son las dos de la madrugada (1) y mi atención se reparte entre la A5 (que veo desde la ventana del hotel de Alcorcón donde vivo desde hace unos días) y las primeras páginas de Nocilla Lab que, curiosamente, giran en parte alrededor de una traducción al portugués de “La música del azar”.


Es en esta habitación de hotel donde horas antes me he enterado de que uno de los partidos de copa que faltaban por disputarse hoy era, vaya coincidencia, el Alcorcón-Athletic. A eso de las doce y pico salgo del hotel, con la sana intención de comprar una entrada en las taquillas del estadio, cuando me topo en la puerta con los jugadores del Bilbao bajando del autobús oficial, jaleados por decenas de fans contenidos tras las vallas protectoras.


Por la noche, tras finalizar el partido (30 euros, 0-1 y un vecino de asiento con tendencia a ambientar todos los insultos a los jugadores rivales en el mundo de los caracoles (2)) llego al hotel y llamo al ascensor. Estoy pensando que no me gusta nada el juego de los equipos que suele entrenar Caparrós cuando se abre el ascensor y aparece el propio Caparrós. El mundo es un pañuelo, pienso mientras entro en el ascensor con mi esposa y mi hijo pequeño, que deleita al entrenador del Athletic con uno de sus llantos espectaculares, y estoy pensando esto cuando me viene a la memoria una situación similar, vivida a finales de julio en Almagro, durante una representación de “El condenado por desconfiado”. En esa ocasión yo estoy sentado en una butaca del Hospital de San Juan, esperando el inicio del drama de Tirso de Molina, y mi mente no para de darle vueltas a una novela que acabo de leer hace apenas una hora. Esa novela es Alba Cromm, de Vicente Luis Mora, y durante los minutos siguientes mi pensamiento va saltando de la subcomisaria Cromm a algunos versos de Tiempo (poemario que también he leído hace poco y que, como la novela, me parecen muy interesantes), y de ahí al propio autor, con el que llegué a coincidir en contadas ocasiones en Palma del Río y Córdoba hace un siglo. Mientras una voz femenina informa al público que faltan tres minutos para que comience la representación, yo evoco el interés y la curiosidad con que solía leer las columnas que por entonces escribía en el diario de la capital aquel muchacho que era vecino de Dani, el guitarrista del grupo de rock donde un servidor aporreaba sin piedad (y, todo hay que decirlo, muy poco provecho) el bajo, y pienso en las vueltas que da la vida y en qué lejos quedan ya los días vividos en Palma del Río para mí, y no digamos para el autor de Alba Cromm, que desde hace algunos años reside en Albuquerque (Estados Unidos), cuando giro la cabeza y me lo encuentro sentado tres filas más atrás, con la mirada perdida, tal vez retraído en sus cosas como hace un segundo yo lo estaba en las mías.

Fue justamente mi amigo Dani quien me envió casi dos años antes (el 1 de agosto de 2008) un breve aunque afectuoso email en el que me informaba que en nuestro antiguo local de ensayo comenzaban ese día unas obras que lo iban a transformar en breve en varias oficinas. Adjuntas a su correo electrónico me mandaba unas fotografías tomadas recientemente por él en el local, y en ellas la cochera aparecía no muy distinta a cuando dejamos de frecuentarla, hace casi quince años. Me bastó un rápido vistazo al grafiti del guitarrista (que con tan poco tino yo había pintado en una de las paredes del local) para caer en la cuenta de la coincidencia: aquel heavy desmelenado había sido realizado el 1 de agosto de 1990, exactamente dieciocho años antes de que una cuadrilla de albañiles lo sepultara bajo una capa de yeso, convirtiéndolo en una ruina, en una capa más de mi mediocre historia personal.


Apenas un mes después de recibir el email de mi amigo pasé una temporada en Bury, una ciudad próxima a Manchester. La noche antes de volar hasta allí estuve buscando en Internet información sobre esta ciudad, y casualidades (o caprichos) de Google, acabé en el blog de Javier Marías, en concreto leyendo una entrada en la que hablaba de Richmand Crompton, la creadora del célebre “Guillermo Brown” (o, como se conoce en Inglaterra, “Just William”). Pues bien, dos días después, en uno de mis primeros paseos matutinos (en los que mantenía un enorme paraguas en una mano mientras tiraba del carrito de mi hija con la otra) descubrí que esta escritora vivió durante casi 20 años a apenas unas casas de la que ahora era mi hogar.



Y hablando de hogares… En la estación de Benalmádena me encontraba todas las mañanas con una preciosa chica pelirroja que, como yo, cogía el cercanías a Málaga para ir a la facultad. Nunca supe su nombre ni en qué carrera estaba matriculada. El caso es que daba igual el tren que yo cogiera; ella siempre estaba allí, en la estación, esperando. Era sin duda una bonita forma de comenzar el día cuando todavía faltaban horas para que se hiciera de día, la visión de un rostro maravilloso que una mañana desapareció para siempre y que fue el causante de uno de mis primeros relatos impublicables que (no podía ser de otra manera) se titulaba “Coincidencias” (3).

Supongo que podría seguir narrando numerosas casualidades que en momentos puntuales han marcado, o incluso guiado, mi vida. No obstante, y para finalizar, diré sólo que el azar ha tenido mucho que ver en que hoy viva donde vivo y sea lo que soy.


PD: hoy estaba en el parking del Hospital Sur de Alcorcón, esperando dentro del coche a que regresara mi mujer. Le estaba poniendo el termómetro al bebé (que al parecer se ha resfriado durante estos días de locura) cuando he divisado a apenas dos metros del coche a mi vecino de asiento en el Alcorcón-Athletic (aquel que tenía querencia a insultar al colegiado y a los jugadores del Bilbao con metáforas de moluscos gasterópodos), adentrándose en la cafetería del hospital con su impoluto uniforme de celador.

 
(1) Como casi siempre escribo por rachas. Eso hace que entre las primeras líneas de este post y las últimas disten varios días de distancia.

(2) Sirvan como ilustrativos ejemplos su “árbitro, eres como un caracol: baboso, cornudo y arrastrao” o el no menos ingenioso “Llorente, tienes más cuernos que un saco de caracoles”.

(3) Una versión mini de “Coincidencias” (aunque no por ello menos espeluznante y vergonzosa) puede leerse aquí.

domingo, 10 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA


Si ahora mismo elaborara una lista con mis diez libros favoritos, estoy seguro de que, al menos, habría tres de Vargas Llosa. Por eso me ha alegrado tanto la concesión del Nobel al conjunto de su obra. Soy consciente de que toda elección es subjetiva (ni consagrando cada segundo de mi vida a la lectura podría abarcar sino una ínfima parte de los libros que debería leer para que mi juicio fuera ecuánime e imparcial), pero que después de tantos años leyendo de modo enfermizo uno recuerde con claridad el lugar y las circunstancias que rodearon la lectura de determinados libros, es para mí sinónimo de calidad literaria. Dicho esto, y a modo de ejemplos, recuerdo que “La guerra del fin del mundo” la leí de madrugada, en pleno invierno, mientras desandaba aterido de frío el camino hasta mi nueva casa manchega. Dando tumbos de farola en farola, más bien parecía un borracho a la caza de algo de luz que iluminara aquel tomo de letra diminuta que casi me cuesta la vista. Por su parte, “Conversación en La Catedral” (con seguridad la mejor novela que he leído hasta hoy) la descubrí de refilón mientras veía “Fresa y chocolate”, la compré un día después en Córdoba y la devoré sin descanso en la terraza del pequeño estudio de Benalmádena donde por entonces vivía (y, a duras penas, estudiaba). Como digo, sólo son dos ejemplos, pero adquieren valor si tenemos en cuenta que quien los recuerda es un ser de memoria quebradiza que apenas si sabría enumerar con mínimas garantías de éxito los títulos y autores que ha leído durante los últimos dos meses.

Lo cierto es que con el paso de los años me ha ido pasando con los libros como con las ciudades. Volver a ellos/as ha sido casi siempre sinónimo de desilusión. Con Vargas Llosa, sin embargo, cada relectura activa nuevos interrogantes que reestructuran y amplían el universo narrativo que el autor recrea en cada obra.

Justo estoy terminando de anotar estas divagaciones cuando el cartero deja en el buzón de casa el último número de la revista Quimera. En ella Jaime Rodriguez Z. firma una entrevista con Mario Vargas Llosa en la que, además de hablar de su nueva novela, argumenta por qué debemos dejar en paz al escritor. No lo tendrá fácil, pienso, a partir de ahora.


CUATRO DÍAS DESPUÉS: A veces, cuando entrevistan a escritores consagrados de edad ya respetable, algunos periodistas se muestran muy interesados en saber hasta qué punto estos narradores están al tanto de lo que escriben sus compañeros de profesión más jóvenes. Así, a bote pronto, he visto esta pregunta escrita en entrevistas realizadas a Delibes, Cela y, durante estos días, al propio Vargas Llosa. He tardado cuatro días en publicar esta entrada, y en parte he dejado pasar ese tiempo a posta. Quería ver en cuántos de los blogs literarios que frecuento aparecía algún comentario o reflexión sobre la concesión del Nobel a Vargas Llosa. La indiferencia ha sido total. Durante estos días las entradas en esas bitácoras han estado mayoritariamente centradas en el “autobombo” (me han dado tal premio, presento mi libro en tal sitio) o en comentar (cuando no criticar) la reciente lista elaborada por la revista Granta con los que, a su juicio, son los mejores narradores en español menores de 35 años. Eso me ha traído a la cabeza que Vargas Llosa, con esa edad, ya tenía publicadas un puñado de novelas memorables (“La ciudad y los perros”, “La casa verde”, “Conversación en La Catedral”), y la pregunta que me hago (la curiosidad que tengo) es: realmente ¿cuántos de estos escritores jóvenes cuyos libros leo y cuyas bitácoras sigo habrán leído de verdad a Vargas Llosa?


(El rincón “Vargas Llosa” de mi biblioteca)

miércoles, 6 de octubre de 2010

EMPRENDEDORES Y PASIVOS

Mi amigo S. dice siempre que en el mundo hay dos tipos de personas: las que hacen cosas, y las que se pasan la vida mirando las cosas que hacen las primeras. Por un lado están aquellos que salen en la tele o en los periódicos porque han ganado una medalla, han salvado cien vidas, han descubierto una vacuna o han coronado varios ocho mil. Y luego están los que ven, leen o escuchan esas noticias. Hay gente que actúa y gente que mira. S. denomina a estos dos grupos “Emprendedores” y “Pasivos”. A su vez, dentro de los que miran, de los pasivos, mi amigo ha identificado dos subgrupos: el de los “Pasivos Acomodados”, que no aspiran a nada y son felices así, y un subgrupo que denomina “Pasivos Soñadores”, que aunque pasivos, tienen como máxima aspiración llegar a ser algún día como los emprendedores. El problema es que no tienen la fuerza de voluntad necesaria para conseguirlo. Cómo explicarlo… son todos aquellos tipos que quisieran escribir un gran libro o sacar la nota más alta en unas oposiciones, pero les falla la constancia, la voluntad, el esfuerzo para conseguirlo. La perseverancia.

Yo, cuando hablo con S., defiendo la inclusión de un tercer subgrupo dentro de los Pasivos. Básicamente, estaría constituido por todos aquellos sujetos que, habiendo adoptado un estilo de vida indiferente y despreocupado, dedican su tiempo a menospreciar los esfuerzos y/o logros de los demás. Los miembros de este amplio subgrupo todavía no tienen nombre, aunque a S. y a mí, provisionalmente, nos gusta categorizarlos como “Gilipollas”. A secas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

UNA MAÑANA DE VIERNES...


No es ésta una mala forma de pasar un viernes por la mañana. En una mano mi enano. En la otra un libro excepcional de Martín Amis. Y en el horizonte aún nueve fantásticos días de permiso paternal. La vida a veces tiene su punto.

martes, 21 de septiembre de 2010

(ETNOGRAFIANDO) LA RED


Es una idea, un conjunto de ideas, a las que no paro de darle vueltas desde hace meses. Durante más de un siglo los etnógrafos de medio mundo se han pateado las islas, selvas, desiertos y montañas del otro medio, en busca de sociedades primitivas, grupos cuya particular estructura social, parentesco o creencias religiosas les ayudaran a representar cómo éramos nosotros hace miles de años, o contribuyeran a alimentar la ya de por sí confusa tipología de la evolución de las sociedades humanas.

Este panorama, sin embargo, ha cambiado mucho desde entonces. Como advierten Velasco y Díaz de Rada (1): “ya no es posible encontrar lugares con culturas prístinas sino a costa de grandes incongruencias”. La porosidad de las fronteras culturales hace que incluso pueblos clásicos en la literatura antropológica (como los samoanos, los hopi o los trobriandeses) hayan asimilado el conocimiento antropológico que se ha generado sobre ellos (2). Además, los medios de comunicación informan constantemente sobre la producción cultural que tiene lugar en cualquier rincón del planeta.

Es ahí, precisamente, donde yo quería llegar. Puede que en pleno siglo XXI cualquier intento de investigación etnográfica tradicional conlleve grandes dificultades y limitaciones (no sólo debido a la “contaminación” de otras culturas o a monografías anteriores, sino también a las políticas culturales de los países donde se investiga, que imponen condiciones para la consecución de licencias de investigación), pero que estos espacios estén semi-agotados no significa que no existan otros lugares propicios para el estudio antropológico. La propia evolución de la sociedad genera nuevos campos de actuación, y un ejemplo de esto es Internet.

Durante los últimos meses (3) he pasado muchas noches buceando por Facebook, analizando el grado de privacidad con el que una muestra de los usuarios de esta red social blindan los datos que cuelgan. No sé, me llamaba la atención cómo en general la gente protege con celo su intimidad -inmersos como estamos en una sociedad hipervigilada (4)- pero luego deja al descubierto su perfil en las redes sociales (5). Esa dicotomía intimidad/exhibicionismo que hace que increpes en la playa a alguien que saca una fotografía demasiado cerca de donde tú tomas el sol, para acto seguido colgar en tu perfil abierto no sólo fotografías y vídeos de tu vida cotidiana, sino también tu ideología política, creencias religiosas, gustos e intereses, nivel de estudios, enlaces a tus blogs y/o webs, etc.

Esto que acabo de contar es para mí un ejemplo de cómo los avances sociales auspician a menudo la aparición de nuevos campos de investigación. Pero no es el único. La información que uno puede extraer mediante la observación de herramientas de Internet como Youtube o Flickr es, sencillamente, inmensa. Tal vez el siguiente ejemplo muestre con más claridad lo que pretendo contar: en Flickr (sitio web que permite almacenar, ordenar, buscar, vender y compartir fotografías y videos en línea) encontré hace unos meses un interesantísimo álbum de Josh Goleman titulado “Adam and Halli’s Wedding” (6). Si no me equivoco al recordarlo, son 105 fotografías que muestran los preparativos y la boda en sí de una pareja norteamericana en Brooklet (Georgia). Para mí, estas fotos no tienen desperdicio. No es sólo que están muy bien hechas; además dejan entrever con claridad los entresijos de un tipo de ceremonias que difieren bastante de las que uno está acostumbrado a vivir aquí. En fin… cuelgo algunas fotos del álbum y me callo por fin.









NOTAS

(1) Velasco, H. y Díaz de Dada, A. 2006. “La lógica de la investigación etnográfica. Un modelo de trabajo para etnógrafos de escuela”. Madrid: Trotta.

(2) Un ejemplo simpático, a la vez que ilustrativo, de esta crisis de representación podemos encontrarlo en el libro de Velasco y Díaz de Rada citado dos líneas más arriba: “Un investigador en una comunidad de Gabón iba a tener una importante entrevista con un informante cualificado. La preparó con la lectura de una monografía clásica sobre la zona. La entrevista, que tuvo lugar a la entrada de la choza-vivienda del informante, fue transcurriendo con normalidad. El investigador fue preguntando las preguntas que tenía preparadas y recibiendo respuestas que juzgó pertinentes e interesantes. En un momento determinado formuló una nueva pregunta, el entrevistado titubeo un poco y se excusó, entró en la vivienda y volvió al cabo de un momento con un ejemplar en la mano de la misma obra clásica que había servido al investigador para preparar la entrevista”.

(3) Con la excusa de elaborar un trabajo que debía presentar para una de las asignaturas en las que estoy matriculado este curso.

(4) Algunos ejemplos curiosos del mundo hipervigilado en el que vivimos pueden leerse en “Videovigilancia: la edad de la cámara”, de Vicente Luis Mora, publicado en su blog “Diario de Lecturas”: http://vicenteluismora.blogspot.com/2008/07/videovigilancia-la-edad-de-la-cmara.html

(5) Casi la mitad de los usuarios españoles de las redes sociales no asegura sus perfiles, según se desprende del Informe Anual del Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación: http://www.inteco.es/extfrontinteco/img/File/informeanual_inteco2009_web.pdf

(6) Para visualizar el álbum completo, pincha sobre el siguiente enlace: http://www.flickr.com/photos/joshgoleman/sets/72157618696810216/with/3557858277/

lunes, 16 de agosto de 2010

20 UNDER 40


Bastante interesante me está resultando “20 UNDER 40”, la lista que la revista “The New Yorker” ha publicado recientemente dentro de su sección Fiction & Poetry. En ella, 20 escritores menores de 40 años responden a un sencillo cuestionario acerca de su obra y sus gustos literarios. Además, los retratos son insuperables. Para echar un vistazo pincha aquí y luego sobre la imagen del escritor/a que te interese. Sin duda, una buena forma de conocer nuevas voces y nuevos libros.

miércoles, 11 de agosto de 2010

RADIOGRAFÍA DE UN DÍA CUALQUIERA

8:23: Abro los ojos. Mi primer pensamiento, como todos los días desde hace casi cinco meses, es para mi hermana. Doy cuenta de dos tostadas con Nutella mientras L. vomita en el baño la cena del día anterior. Intento calcular mentalmente las veces que L. habrá devuelto desde que se quedó embarazada, pero en esto llega mi madre para hacerse cargo de la niña y desisto. L. y yo montamos en el coche y salimos rumbo a Manzanares. Por el trayecto compruebo que los flamencos han vuelto a una de las lagunas que se formaron durante el invierno.


9:21: Aparco. En la puerta del hospital un guardia de seguridad me mira con gesto amenazador. Tardo unos segundos en comprender que la causa de su desconfianza tal vez sean las gafas que llevo puestas, unas viejas Ray-Ban a las que les falta una patilla desde principios de junio. En la sala de espera del endocrino nos encontramos con un tipo que bien podría ganarse la vida como doble oficial de Rompetechos, quejándose a un enfermero porque tenía consulta a las 9:00 y ya son las 9:23. Más que un endocrino el individuo parece necesitar un logopeda, pienso, pues el ochenta por ciento de lo que escupe a gritos por su boca es ininteligible. Eso sí, entre frase y frase intercala remarcados “no te jjjjode” escrupulosamente articulados.

10:15: Entramos a la consulta. Tomamos asiento. El endocrino le da un aire a Javier Fesser. Lo escucho y parece que estoy viendo con mi hija un capítulo de GomaespumEnglish (atchissss, “bless you” y lo de “if you sprinkle when you tinkle, please be neat and wipe your seat”). Entretanto el hombre echa un breve vistazo a los perfiles glucémicos de L. (todo perfecto) y tras una visita a la báscula (+800 gramos) concluye que el embarazo va bien. A seguir pinchándose seis veces día sí/día no y nueva cita para finales de agosto. Cinco minutos después ya estamos fuera. Aún no hemos abandonado el pasillo cuando percibimos, nítido a pesar de la lejanía, un último “no te jjjjode”.

10:40: De vuelta en el pueblo L. me convence para llevar las gafas a la óptica. Pasamos por la plaza. Un caos de coches aparcados y de camiones descargando mercancías. Un grupo de ancianos se agrupan en torno al “cepo” (tablón de anuncios de la funeraria local). En el instante en que L. y yo caminamos por su lado escuchamos a un viejo preguntarle a otro ¿qué? ¿quién ha caído hoy en el cepo?

11:15: Regresamos a casa. La niña se está levantando. L. prepara las toallas y los bañadores. Doy de desayunar a mi hija mientras vemos en el Ipod seis veces el mismo capítulo de “Pequeña Princesa” (“Quiero mi tirita”) y un vídeo horrible (no sé cómo narices lo habrá descubierto la cría) de una tipa que se prepara una mascarilla con agua de arroz y papel de cocina. Entre galleta y galleta alucino con el manejo que tiene esta enana de tres años de la maquinita, y me viene a la mente un artículo sobre la pantpágina que leí la otra noche en el blog de Vicente Luis Mora.

12:20: Llegan J. y R. Me despido de mi madre y montamos a la niña en el coche. Salimos hacia Ruidera. Por el camino pienso en cómo le estará yendo hoy a mi otra hermana en su vuelta al trabajo, tras diez días de vacaciones en Sicilia. En el coche releo algunas páginas de “Etnografía. Métodos de investigación”, de M. Hammersley y P. Atkinson, y pienso en cómo enfocar el trabajo práctico sobre los caribeños (saharauis que han estudiado en Cuba) que debo entregar el próximo 7 de septiembre.

13:00: Comemos en un restaurante, a la entrada de Ruidera.

15:00: El restaurante tiene piscina. Nos damos un baño. Es increíble ver a la niña nadando ya sin manguitos.

16:45: Cogemos el coche y nos adentramos en Ruidera. Tomamos café en un hotel apartado.

18:00: Regresamos a casa. Mi hija se queda dormida en el coche. Grabo desde el asiento de atrás el aspecto de algunas lagunas, tan plagadas de chiringuitos que por momentos parece que estemos en Benalmádena o Torremolinos, en lugar de en un parque natural.


19:10: Echo un vistazo a mi correo electrónico, al Facebook, al blog escolar que administro y a algunos periódicos. Guardo en una carpeta dos o tres noticias que ejemplifican, cada una a su manera, eso de que la realidad a veces supera a la ficción (un tipo que timaba a otras personas haciéndose pasar por militar; unos inmigrantes intentando cruzar el estrecho en una barquita inflable; una porción de playa acotada para que la mujer de Obama y su niña puedan bañarse entre los aplausos de turistas y curiosos).

19:35: Riego las macetas del huerto con la ayuda de mi hija. Mientras la veo tan diligente con su regadera pequeñita me acuerdo de los días de abril en que comenzamos a plantar el huerto.

20:00: Echo un bactericida a la colección de cactus. El olor es tan fuerte que acabo medio mareado. Todo sea por exterminar a esas malditas cochinillas.


20:40: Me pongo ropa deportiva y salgo al patio a calentar. Entretengo los minutos que faltan hasta las 21 releyendo algunos poemas de “Los muertos y los vivos” de Sharon Olds (Bartleby Editores).

21:00: Puntual como siempre llega D., mi compañero de fatigas en nuestra incipiente aventura atlética. Hoy estreno zapatillas nuevas. Enfilamos los caminos polvorientos que bordean el pueblo mientras me pone al día de sus vacaciones en Granada y la apetitosa vacante que le acaban de conceder. Batimos record: 51m 52s.



22:15: Ducha. Las zapatillas son comodísimas. Por fin he dejado las viejas que compré en Bury (Lancashire) hace dos años, y que valían para todo menos para hacer atletismo. No obstante, guardo simpatía por ellas; todavía al mirarlas puedes apreciar el verdín incrustado de la hierba del prado que había frente a nuestra casa. Es curioso, pero ver esas manchas verduzcas adheridas a las zapatillas me traslada a aquel mes de septiembre vivido en Inglaterra, repleto de fantásticas mañanas jugando con mi hija en el prado contiguo a la casa, y de tardes y fines de semana viajando sin cesar (la niña, con sus dos añitos recién cumplidos, solía decir al despertar: papi, ¿hoy donde vivimos?).




22:20: Me peso en la báscula: 72,900.

22:25: Entro a la cocina. Veo a las cuatro tortugas de pie, con el cuello a punto de explotar, mirándome inquietas. Les echo de comer camarones mientras pienso en cómo narices hemos podido llegar a juntar cuatro puñeteras y apestosas tortugas en la cocina de casa.

22:30: Preparo la cena. Con algunos productos del huerto (zanahorias y cebollas), más unos brotes de soja que he germinado y algo de pollo, setas y puerro preparo una cenita en plan oriental.


23:15: Cenamos.

0:10: La cría se va a la cama. Recojo la mesa y la cocina. Pongo el lavavajillas.

0:30: El amor llama a mi puerta…

1:22: Doy un vistazo a mi facebook mientras bebo una cerveza helada. Intento chatear con A. pero no hay suerte. Vuelve a salirme mi hermanita (“Retoma el contacto”) y termino como todas las noches visitando su perfil, viendo una vez más sus fotos, escuchando su voz en los vídeos y leyendo los comentarios de los amigos y amigas que, como yo, no la olvidan.

1:50: Doy una vuelta por algunos de los blogs literarios que sigo, mientras escucho música con los cascos puestos (Keane, Dido, Jet, Coque Malla, The Rolling Stones…).

2:21: Entre canción y canción escucho el pitido del lavavajillas, indicando que ya ha terminado. Me levanto y lo apago. Voy al lavabo. Continúo la relectura de “Postales de invierno”, de Ann Beattie (Ed. Libros del Asteroide).

2:43: Mi hija se pone a cantar dormida. No descifro la canción.

2:44: Me pongo de nuevo los cascos y veo un par de capítulos de la séptima temporada de 24.

4:14: Me acuesto. Como todas las noches, desde hace casi cinco meses, me cuesta horrores conciliar el sueño. Mi mente siempre acaba volando alrededor de mi hermanita. Enciendo el portatil y cuelgo todo este rollo.

domingo, 8 de agosto de 2010

J. M. CABALLERO BONALD

Pasan los meses pero el recuerdo y la pena siguen ahí, inquebrantables. Mantener la concentración en la lectura supone a menudo un esfuerzo titánico y estudiar es una empresa imposible. Por eso últimamente busco refugio en la poesía. En los poemas encuentro por lo general un formato y un tamaño más adecuado a mi actual estado de ánimo. Hoy dejo uno precioso de Caballero Bonald.


RECUENTO


Atrás se va quedando el acumulativo
refrendo de los días,
                             el denso, imprecisable
aluvión de memorias
donde se alternan discontinuamente
figuras, horizontes, episodios,
las ganancias y pérdidas
que en el ámbar del tiempo se recluyen.

Vivir es ir dejando atrás la vida.



(“Recuento” está incluido en “La noche no tiene paredes” el último poemario de J. M. Caballero Bonald, publicado por Seix Barral.)

lunes, 26 de julio de 2010

CÓMO SE DESPERDICIA EL TIEMPO


¿Por qué nos dolemos de la Naturaleza? Ella se comporta bondadosamente: la vida, si sabes emplearla, es larga. Pero a uno le domina una avaricia insaciable; al otro, la constante ocupación en tareas inútiles; uno se entrega al vino, el otro se aburre en la ociosidad; atormenta a éste la ambición siempre pendiente del juicio ajeno, a aquel el temerario deseo de negociar, que le hace recorrer todas las tierras y todos los mares con la esperanza de lucro; algunos, acuciados por el afán de los combates, pasan toda su vida imaginando peligros para los demás o acongojados por los propios; los hay que se consumen en voluntaria esclavitud para ingrato servicio de sus superiores; a muchos, les acorta la vida la envidia a la fortuna ajena o la preocupación por la propia; los más, empujados por una ligereza sin rumbo, inconstante y nunca satisfecha de sí misma, por derroteros siempre nuevos, no saben a dónde dirigir sus pasos, a otros, no les atrae ninguna meta, y les sorprende su destino marchitándose en la vacilación. Por ello no dudo sea cierto lo que a modo de oráculo escribió el más grande de los poetas: “pequeña parte de la vida es la que vivimos”, que lo que queda no es vida, sino tiempo.

SÉNECA.



(Texto extraído del “Prólogo. A Paulino”, incluido en “De la brevedad de la vida”. Ed. Sarpe. 1984)

lunes, 19 de julio de 2010

ROBERT HASS


Colgamos hoy un poema del poeta estadounidense Robert Hass, perteneciente al poemario “Tiempo y materiales”, que fue galardonado con el National Book Award (2007) y el Pulitzer (2008).


DISTRIBUCIÓN DE LA FELICIDAD

El edredón hacia atrás,
Las sábanas revueltas,
Radiantes bajo la luz de la luna.

Una imagen del placer,
O del anhelo,
O del tormento.

Depende de quien
Se lo imagine.

(Yo lo sé: eres el ser
Traspasado, yo,
Agachado a tu lado, el que intenta
Asomar en tus ojos)



THE DISTRIBUTION OF HAPPINESS

Bedcovers thrown back, / Tangled sheets, / Lustrous in moonlight. // Image of delight, / Or longing, / Or torment, // Depending on who´s / Doing the imagining. // (I know: you are the one / Pierced through, I´m the one / Bent low beside you, trying / To peer into your eyes.)


Para saber más sobre Robert Hass, pinchar aquí.

(El poemario "Tiempo y materiales" ha sido publicado en España por Bartleby Editores, con traducción de Jaime Priede).

martes, 13 de julio de 2010

FELIX J. PALMA

Hoy dejo volando por este páramo un fragmento de "El menor espectáculo del mundo", el último libro de cuentos del escritor gaditano Felix J. Palma. Lo hago sin detenerme en exceso, pues sospecho que si empezara a transcribir aquí todo lo que me gusta de esos relatos terminaría copiando el libro entero. Ahí va:

-Tonterías. El infierno está ahí dentro -aseguraba la Dolores, señalando el hospital con la barbilla-. En la útima planta. Yo lo vi con estos ojos cuando lo de mi hermano Braulio: no hay llamas ni calderas ni nada de eso, sólo hay camas y viejos llenos de tubos a los que sus familias no les dejan morir. Así me imagino yo el infierno. 



Para saber más del autor pincha aquí.

(Este fragmento de Felix J. Palma pertenece al relato "Un ascenso a los infiernos", contenido en el libro "El menor espectáculo del mundo". Ediciones Páginas de Espuma).

martes, 1 de junio de 2010

LA BIBLIOTECA SÉNECA


Es uno de mis rincones preferidos de Córdoba. Se encuentra en los Jardines de la Agricultura, y apenas está formado por un puñado de bancos semicirculares escondidos entre la arboleda. Sin embargo, hace casi un siglo estuvo allí ubicada la Biblioteca Séneca. La gente entraba en una pequeña caseta construida en el centro de la explanada y cogía prestados los libros que eran de su agrado. Hoy esa caseta ya no existe, pero los bancos todavía conservan una treintena de pensamientos del gran filósofo cordobés.



lunes, 10 de mayo de 2010

FLAMENCOS MANCHEGOS

Es normal, cuando recorres con el coche la llanura manchega, toparte con perdices, conejos o sisones. Pero las lluvias de estos últimos meses están transformando el paisaje del lugar y comienzan a albergar curiosos “inquilinos”, muy extraños por estas tierras. Así, a apenas veinte metros de la carretera, en una de las múltiples lagunas nuevas, y compartiendo espacio con patos, garcillas y otras aves zancudas, hemos disfrutado durante varios días de la visita de un grupo de flamencos.