lunes, 30 de enero de 2012

LECTURAS EN EL BAÑO (ENERO 2012)



Todos los años lo mismo. Se acerca febrero y el ritmo de mis lecturas disminuye al tiempo que se incrementan las horas dedicadas al estudio de las asignaturas. Curiosamente, vengo observando que a medida que mis días se sumergen en remotas etnografías y manuales interminables mi escaso tiempo libre va decantándose hacia la poesía. No sé, es como si la antropología correlacionara positivamente con ésta. O puede que todo sea una simple cuestión de brevedad. En cualquier caso, ahí van los libros que actualmente alivian mi mente mientras alivio mi vientre:
 (“Loser”, de David González. Editorial Bartleby)
(“Los hijos de los hijos de la ira” de Ben Clark. Editorial Hiperión)
(“Primer cancionero flamenco”, de Manuel Balmaseda. Editorial Zero)
(“In absentia”, de Autores Varios. Nanoediciones)

Tanto “Loser”, de David González, como “Los hijos de los hijos de la ira” de Ben Clark son dos poemarios que quería leer desde hace tiempo. Los nombres de sus autores salieron a relucir mientras buscaba en Internet información sobre un movimiento que había despertado mi curiosidad: la poesía de la conciencia. Dejo a continuación algunos poemas de ambos:

(DAVID GONZÁLEZ, 1964)

ARS POLÍTICA

los políticos
estrechan la mano
pero no la dan


 ******


HOMBRES

            los que mandan
los que obedecen
y          los que huyen

            los que luchan no:

            los que luchan
            si vencen
            mandan
y          si salen derrotados
            obedecen

los que luchan no:

los que mandan
los que obedecen
y          los que huimos


(BEN CLARK, 1984)

No es este el paraíso prometido
Y, sin embargo ¿quién se ha dado cuenta?

******

IV
(Anxiety)
Ocurre exactamente en el instante
mismo en el que
mirando los columpios
ya no logramos ver más que esqueletos.
Es entonces que ocurre:
escuchamos el eco de unas tripas
y un respirar paciente,
ahogado.
Como si alguien quisiera que supiéramos
que está allí,
esperando,
devorado
por un hambre que sabe saciará
el mismo día que muera nuestro miedo.


“Primer cancionero flamenco”, de Manuel Balmaseda, es uno de esos libritos que un día pedí prestado a mi padre y que el pobre ya no ha vuelto a ver. Se entiende pues que me gusta. Y mucho. Ahí va una muestra:

Te tengo comparaita,
Con un librito cerrao,
Si no lo abro no leo,
Lo mucho que hay ahí guardao.

******

Me muero por su queré,
Y dice que quiero poco,
Lo que quiere esa mugé,
Es que yo me guerva loco.

******

¡Mira si mi pena es grande,
Que yo me puse a llorá,
A la orillita de un río,
Y el agua quedó pará!


“In absentia”, por su parte, es una plaquette exquisitamente maquetada por Nanoediciones. Todavía no he leído mucho de ella, pero sí lo suficiente para preguntarme cómo narices habrá conseguido el inútil de mi heterónimo que lo incluyan en ella. Podría poner aquí alguno de sus poemas, pero mejor me abstengo (que luego quien lo aguanta soy yo).
Y poco más. Afortunadamente, el 15 de febrero las aguas volverán a su cauce…

sábado, 7 de enero de 2012

DE NADALES Y PLANETAS

La pasada madrugada, con motivo de la concesión del Premio Nadal 2012 a Álvaro Pombo, entré en la Wikipedia y eché un vistazo a los veinticinco o veintiséis últimos ganadores de este certamen. También consulté los veinticinco o veintiséis últimos ganadores del Planeta. Sobra decir que estos dos concursos son (exceptuando algún que otro premio institucional como el Cervantes) dos de los premios literarios más importantes (y mejor remunerados) del país. Esta es la relación de vencedores:

ÚLTIMOS GANADORES DEL PREMIO NADAL:
1986 - Manuel Vicent, por “Balada de Caín”.
1987 - Juan José Saer, por “La ocasión”.
1988 - Juan Pedro Aparicio, por “Retratos de ambigú”.
1989 - No se concedió.
1990 - Juan José Millás, por “La soledad era esto”.
1991 - Alfredo Conde, por “Los otros días”.
1992 - Alejandro Gándara, por “Ciegas esperanzas”.
1993 - Rafael Argullol, por “La razón del mal”.
1994 - Rosa Regàs, por “Azul”.
1995 - Ignacio Carrión, por “Cruzar el Danubio”.
1996 - Pedro Maestre, por “Matando dinosaurios con tirachinas”.
1997 - Carlos Cañeque, por “Quién”.
1998 - Lucía Etxebarria, por “Beatriz y los cuerpos celestes”.
1999 - Gustavo Martín Garzo, por “Las historias de Marta y Fernando”.
2000 - Lorenzo Silva, por “El alquimista impaciente”.
2001 - Fernando Marías, por “El niño de los coroneles”.
2002 - Ángela Vallvey, por “Los estados carenciales”.
2003 - Andrés Trapiello, por “Los amigos del crimen perfecto”.
2004 - Antonio Soler, por “El camino de los ingleses”.
2005 - Pedro Zarraluki, por “Un encargo difícil”.
2006 - Eduardo Lago, por “Llámame Brooklyn”.
2007 - Felipe Benítez Reyes, por “Mercado de espejismos”.
2008 - Francisco Casavella, por “Lo que sé de los vampiros”.
2009 - Maruja Torres, por “Esperadme en el cielo”.
2010 - Clara Sánchez, por “Lo que esconde tu nombre”.
2011 - Alicia Giménez Bartlett, por “Donde nadie te encuentre”.
2012 - Álvaro Pombo, por “El temblor del héroe”.


ÚLTIMOS GANADORES DEL PREMIO PLANETA:
1986 - Terenci Moix (España), por “No digas que fue un sueño”.
1987 - Juan Eslava Galán (España), por “En busca del unicornio”.
1988 - Gonzalo Torrente Ballester (España), por “Filomeno, a mi pesar”.
1989 - Soledad Puértolas (España), por “Queda la noche”.
1990 - Antonio Gala (España), por “El manuscrito carmesí”.
1991 - Antonio Muñoz Molina (España), por “El jinete polaco”.
1992 - Fernando Sánchez Dragó (España), por “La prueba del laberinto”.
1993 - Mario Vargas Llosa (Perú), por “Lituma en los Andes”.
1994 - Camilo José Cela (España), por “La cruz de San Andrés”.
1995 - Fernando G. Delgado (España), por “La mirada del otro”.
1996 - Fernando Schwartz (España), por “El desencuentro”.
1997 - Juan Manuel de Prada (España), por “La tempestad”.
1998 - Carmen Posadas (España), por “Pequeñas infamias”.
1999 - Espido Freire (España), por “Melocotones helados”.
2000 - Maruja Torres (España), por “Mientras vivimos”.
2001 - Rosa Regàs (España), por “La canción de Dorotea”.
2002 - Alfredo Bryce Echenique (Perú), por “El huerto de mi amada”.
2003 - Antonio Skármeta (Chile), por “El baile de la Victoria”.
2004 - Lucía Etxebarria (España), por “Un milagro en equilibrio”.
2005 - Maria de la Pau Janer (España), por “Pasiones romanas”.
2006 - Álvaro Pombo (España), por “La fortuna de Matilda Turpin”.
2007 - Juan José Millás (España), por “El mundo”.
2008 - Fernando Savater (España), por “La Hermandad de la Buena Suerte”.
2009 - Ángeles Caso (España), por “Contra el viento”.
2010 - Eduardo Mendoza (España), por “Riña de gatos. Madrid 1936”.
2011 - Javier Moro (España), por “El imperio eres tú”.
Como puede observarse, tras analizar ambas listas, algunos escritores incluso han obtenido durante este lapso de tiempo (1986-2011/2012) los dos galardones (entre paréntesis, primero el premio Nadal y segundo el premio Planeta):
·         Juan José Millás (1990 y 2007).
·         Rosa Regás (1994 y 2001).
·         Lucía Etxebarría (1998 y 2004).
·         Maruja Torres (2009 y 2000).
·         Álvaro Pombo (2012 y 2006).

O han estado en el meollo de alguno de ellos (Premio Planeta) en varias ocasiones:
  • Fernando Schwartz, ganador en 1996 y finalista en 1982.
  • María de la Pau Janer, ganadora en 2005 y finalista en 2002.
  • Fernando Savater, ganador en 2008 y finalista en 1993.
  • Angeles Caso, ganadora en 2009 y finalista en 1994.
Otra conclusión que puede extraerse de la lectura de ambas listas de galardonados es que todos los autores son muy conocidos (1). Obviamente, cuando digo conocidos me refiero a que ya lo eran antes de la concesión de estos premios, y no como consecuencia o resultado de la concesión de los mismos. Basta con echar un vistazo a estas listas para comprobar que la inmensa mayoría de los premiados (y numerosos finalistas) son gente muy conocida dentro del mundillo literario o (últimamente, sobretodo) salen en la tele.

Cualquiera puede presentarse al premio Nadal o al Planeta. Basta con tener escrita una novela y que ésta sea inédita. También ayuda mucho ser algo incauto. Y digo esto porque hace ya mucho que estos premios no tienen como objetivo descubrir autores nuevos a los lectores, sino sólo hacer dinero. De ahí que estos premios caigan siempre en manos de algún “valor seguro” (escritores importantes que ya publican en la editorial que les concede el premio, o que acaban de ser fichados por ésta, utilizando en ese caso el premio como trampolín para incrementar notablemente las ventas de su nuevo libro). Son, digámoslo de una manera suave, escritores “profesionales”, muy conocidos por los lectores, que aseguran a la editorial convocante un número de ventas elevado.

De modo que ciertas editoriales montan todos los años su concurso de paripé al que se presentan 400, 500 o 600 ilusos, y tras un proceso de criba y selección el jurado emite el fallo, que hace público y oficial lo que tanto el autor galardonado como la editorial ya sabían desde hace meses: que el premio estaba dado de antemano. Ya lo dijo muy clarito Miguel Delibes en 1984 (ver aquí), cuando Lara le ofreció ganar el Planeta (le vendió incluso la moto de que si aceptaba el premio todos (¡hasta la Literatura!) iban a salir muy beneficiados). Mi memoria es muy mala, pero creo que ese año también le ofrecieron el Planeta a Sábato, y que el galardonado resultó ser finalmente Cela (para colmo, con una novela que plagiaba con descaro la novela de otra concursante).

Lo cierto es que basta con echar un vistazo a la gala de uno de estos premios para comprobar que toda esa amalgama de empresarios, políticos y periodistas (2) que se reúnen allí no han hecho un stop en sus exclusivas y adineradas existencias sólo para disfrutar de la fiesta de la literatura. Muy al contrario, lo que los atrae a esa  fiesta es el negocio, la pasta, el poder y la influencia.

Pese a todo, soy de los que piensa que los lectores tienen siempre la última palabra. Cada uno lee los libros que quiere y con el tiempo adquiere la cultura literaria que se merece. En lo que a mí respecta, esas dos listas de premiados que insertamos al principio no me sirven de guía para descubrir qué autores leer. Muy al contrario, sospecho que en las ausencias que hay en ellas es donde tal vez se encuentren las claves de por dónde camina la literatura con mayúsculas.


NOTAS:

(1)   En mi caso, sólo desconocía el nombre de Alicia Giménez Bartlett, ganadora del Nadal el año pasado.

(2)   Además de algún que otro finalista iluso, que ha llegado esa mañana en autobús desde Palma del Río o La Solana (por poner dos ejemplos) con el sueño de convertirse esa noche en el flamante ganador de este importantísimo certamen.

miércoles, 4 de enero de 2012

RADIOGRAFÍA DE UN DÍA CUALQUIERA (02)

6.50: Suena la alarma. Intento salir de la cama sin hacer ruido, para no despertar al enano, pero el móvil se me escurre de las manos y se hace trizas en el suelo. Es 31 de diciembre.


7:05: Tras pasar por el cuarto de baño y zamparme los dos primeros polvorones de chocolate que pruebo estas navidades, me siento en el comedor y comienzo a estudiar Etnología Regional. Subrayo tres artículos incluidos en “Temas de Etnología regional”, de Nuria Fernández Moreno (UNED. Madrid, 2004):

  • “Porcofilia y porcofobia”, de M. HARRIS (En HARRIS, M. 1974. Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura. Alianza. Madrid). Interesante estudio que intenta explicar por qué algunos pueblos aborrecen el cerdo mientras que otros lo aman. Harris sostiene que en la Biblia y el Corán se condena al cerdo y se prohíbe el consumo de su carne porque su cría constituía una amenaza real a la integridad de los ecosistemas naturales y culturales de Oriente Medio. Esas antiguas comunidades, que combinaban la agricultura con el pastoreo, apreciaban a los animales domésticos como las cabras, las ovejas o las vacas, porque les proporcionaban leche, queso, pieles, boñiga o tracción para arar, además de carne. El cerdo, en cambio, constituía un artículo de lujo, pues su explotación estaba encaminada a la única y exclusiva obtención de carne. Esto hace que el cerdo estuviera en clara desventaja frente a los rumiantes, mucho mejor adaptados al clima árido de estos lugares (de hecho, el cerdo, aunque es omnívoro, no puede subsistir sólo a base de hierba, y precisa de otros alimentos que, en el caso que nos ocupa, lo convertían en un claro competidor del hombre. Además, el cerdo no estaba bien adaptado termodinámicamente al clima caluroso y seco de las tierras de la Biblia y el Corán, no era una fuente de leche, y no era fácil conducir las piaras a través de grandes distancias). En el otro extremo Marvin Harris nos muestra una serie de comunidades que se caracterizan por su amor al cerdo. Un ejemplo de ellas es descrito por Ray Rappaport en su libro “Cerdos para los antepasados”, donde describe a un grupo tribal que habita en Nueva Guinea cuya existencia gira en torno a la cría y posterior sacrificio masivo de sus cerdos. Resumiendo mucho, los diferentes clanes locales celebran cada diez o doce años un festival de cerdos llamado kaiko (en el que se sacrifican y consumen la casi totalidad de los cerdos) al que sigue un periodo de guerra y posterior tregua, todo lo cual tiene como objetivo último la autorregulación de su ecosistema (mediante el ajuste del tamaño y distribución de la población animal y humana en función de los recursos disponibles y las oportunidades de producción).
  • “Capacidad mental del negro”, de V. BEATO GONZÁLEZ y R. VILLARINO ULLOA (En BEATO GONZÁLEZ, V.; VILLARINO ULLOA, R. 1953. Capacidad mental del negro. Instituto de Estudios Africanos. CSIC. Madrid). Desde mi punto de vista, un ejemplo claro de porqué la antropología española se encuentra a años luz de la americana, inglesa o francesa. Digamos que mientras gente como Evans-Pritchard, Malinowski, Radcliffe-Brown o Griaule se pateaban África o Asia, elaborando etnografías que hoy son míticas, en España nos dedicábamos a jugar a los boy scouts y a estudiar la capacidad mental de los negros de Guinea Ecuatorial, llegando a conclusiones tan científicas e inteligentes como estas: "el cerebro del blanco es más complejo que el del hombre de color"; "en determinados trabajos para los cuales se exige fuerza y docilidad son preferidos los negros; más si hace falta poner en juego la inteligencia, se utiliza al blanco"; "... en la agricultura, el producto obtenido por el negro es cualitativa y cuantitativamente peor que el del blanco, bien entendido que en el primer caso es cultivado directamente por el hombre de color, mientras en el segundo lo cultiva, pero bajo la dirección del blanco, ya que éste no trabaja en estas latitudes por impedirlo el clima". En definitiva, un texto llenito a rebosar de valoraciones etnocéntricas y una muestra perfecta de cómo el uso de categorías con contenidos claramente racistas y la aplicación de unos tests totalmente sesgados e inapropiados pueden llegar a justificar y legitimar científicamente como verdades las diferencias halladas entre las capacidades mentales de las personas blancas y negras.
  • “Shakespeare en la selva”, de L. BOHANNAN (En BOHANNAN, L. August-Sept. 1966. Traducción de FRANCISCO CRUCES. En VELASCO, M. H. (comp.) 1993. Lecturas de Antropología Social y Cultural. La cultura y las culturas. Cuadernos UNED. Madrid). Para mí, el mejor de los tres estudios, una muestra cristalina de los problemas y dificultades derivados de la traducción cultural durante el trabajo de campo. En este caso, la autora narra la tragedia de “Hamlet” a algunos miembros de una tribu de los Tiv (África Occidental), y constata asombrada cómo un texto que aparentemente desprende una significación universal, desde el punto de vista de los Tiv se particulariza ante la inexistencia de un significado cultural equivalente. Como afirma Fernández Moreno, podemos ver en este trabajo la apropiación de un discurso ajeno para adaptarlo al propio contexto cultural. Un par de ejemplos: para los Tiv el espíritu del rey de Dinamarca que se les presenta a Horacio y los centinelas no es un espíritu, sino un presagio enviado por un brujo. No es un fantasma porque en su cultura los muertos no regresan, de ahí que tenga que ser un zombi. También ven como natural algo que quema la sangre a Hamlet: que el hermano menor del rey muerto (el padre de Hamlet) se convierta en el nuevo rey y se case con la esposa de su hermano (la madre de Hamlet), pues eso es lo que normalmente se hace en su país (el hermano más joven se casa con la viuda de su hermana mayor, convirtiéndose así en padres de sus hijos).
10:25: Se levantan los enanos. Papillas, pañales, baños...

12:45: Nada más salir a la calle, en la cabina de teléfonos de la esquina, siento en los ojos una tremenda cuchillada que me deja aturdido durante un instante. 


Tal burrada me hace dirigir instintivamente la mirada hacia el suelo, pero lejos de aliviar mi desazón me deprimo aún más al constatar la cantidad ingente de mierda que hay esparcida o adherida en las aceras de Ciudad Jardín (chicles, cacas de perro, colillas, cáscaras de pipa, bolsas).

13:10: Llegamos a casa de mi hermana. Hace una buena mañana. Cojo al enano y me voy a darle un paseo por el Vial Norte. 


14:00: Voy con L. al supermercado de El Corte Inglés, a comprar tres o cuatro ingredientes que necesito para preparar los canapés de esta noche. De verdad, me encanta este sitio. Puede que vaya a Córdoba y no me acerque hasta Las Tendillas o la Judería. Pero el supermercado del Corte Inglés es parada obligatoria. Siempre. Primero, porque siempre encuentro lo que busco. Segundo, porque observar a la gente que deambula por los pasillos no tiene precio. A veces pienso que cualquier antropólogo en prácticas desarrollaría más su capacidad de extrañamiento en el supermercado de El Corte Inglés que en cualquier aldea perdida de Senegal o Melanesia.

15:00: Al salir de El Corte Inglés nos topamos con un tipo que no para de gritar: “canelones con mantequilla… pá tu tía”. A pesar de que la calle está atestada de gente, este sujeto ha conseguido crear una burbuja de espacio vacío alrededor suyo, que ningún viandante osa atravesar. Interesante.

15:10: En el bar que hay al lado del piso de mi hermana hay un curioso cartel con el que intentan atraer a posibles compradores de décimos.


Esto, para mí, es como decir que has quedado el veintisiete en el certamen de poesía de tu barrio, o que te encuentras entre los doce más listos de tu clase. 

15:15: Caliento en el horno tres trozos de pizza que me sobraron de anoche. Mientras veo cómo la grasa empieza a chisporrotear y pone perdida la bandeja del horno, pienso en el mensaje de la caja: Dieta mediterránea 100 %. 


16:05: Nada más comer endilgo los críos a los abuelos y me escapo corriendo a ver libros. Recorro Luque, Beta y El Corte Inglés. Encuentro un libro de Denis Johnson que llevaba años queriendo leer. Al final, el resultado de la cacería es éste: 


18:00: De vuelta de las librerías tomo conciencia de que, como propósito para el año nuevo que está al caer, tal vez debería disminuir mi dosis diaria de porno por internet. Y es que en un cartel leo “Miss Canadá” en lugar de “Misa Cantada”. Muy fuerte. 


18:15: Ya en el piso de mi hermana me encierro en la cocina para preparar los canapés. Lavo, cuezo, pelo, corto... Las horas se pasan volando. Llega un momento en el que los dedos de los pies me palpitan.


20:25: Hago un descanso y me encierro en el cuarto de baño. Releo uno de los cuentos de “Knockemstiff”, el fantástico libro de Donald Ray Pollock que no paro de leer desde hace días. A este paso me lo voy a aprender de memoria. Si alguna vez me da por escribir algo, por favor que sea algo como esto


20:50: Seguimos con los canapés.

22:05: Suena el teléfono, pero no es ningún familiar ni ningún amigo. Es el puto 2210. Lo cojo. Una señorita muy amable con acento latino me desea un feliz año nuevo y me intenta colocar no sé qué promoción. Tras devolverle los buenos deseos, le empiezo a contar los remedios caseros que mi abuelo paterno solía poner en práctica cuando le venían los dichosos e inoportunos reflujos gastroesofágicos. Me cuelga.

22:10: Cenamos.


23:25: Hemos comprado a la niña una botella de Champín, para que brinde por primera vez con nosotros por la llegada del nuevo año. Como era de esperar no le gusta y termino bebiéndome yo solito la botella entera. 


23:59: Tal concentración de burbujas y azúcar hace estragos en mi barriga, hasta el punto de que las campanadas me sorprenden en el cuarto de baño en actitud poco festiva y decorosa (por lo menos, y a falta de uvas, tengo el ejemplar de Donald Ray Pollock).

00:45: Cuando tienes dos críos pequeños no puedes alargar mucho las fiestas. De modo que poco antes de la una regresamos a Ciudad Jardín. Hay tanto tráfico que en lugar de Año Nuevo parece que estemos en un día laborable en hora punta. Por todos lados suenan mil petardos y cohetes, que dan la impresión de que Córdoba esté en guerra más que de fiesta.

02:15: Ya en la cama hago recuento de lo acontecido durante el año que acaba de esfumarse, y pienso en los propósitos marcados para el que ahora nace. No formulo ningún deseo (salvo que las personas que quiero estén sanas y sean felices). Después de todo, a mi edad uno ya ha aprendido que la felicidad pierde mucho de su encanto cuando no puedes compartirla con las personas que más quieres. De modo que para qué pedir nada, si lo único que realmente quisiera que se cumpliese es precisamente lo único que sé que no se va a cumplir. Por lo demás, estoy tranquilo. Soy consciente de que me he dejado multitud de cosas sin hacer en el 2011, pero me queda el consuelo y la certeza de que yo he sido el único responsable de que esto ocurra. De modo que habrá que volver a intentarlo este año. Sí, definitivamente creo que me daré otra oportunidad este 2012.