domingo, 25 de diciembre de 2011

SALVANDO LAS DISTANCIAS

Salvando las distancias, para mí todo esto es como esos concursos infantiles de dibujo en los que los participantes se agrupan en torno a un bodegón o una maceta con geranios. Todos los niños tienen una hoja, un lápiz y una goma sobre su mesa. Todos tienen una hora para hacer sus dibujos. Luego, cuando el concurso finaliza y se reúnen los trabajos, el resultado no puede ser más dispar. Lo primero que uno advierte al contemplarlos es que la belleza (o la ausencia de esta) jamás adopta una única forma. También, por supuesto, que la inmensa mayoría de los niños (y, por extensión, de los adultos) carece de talento y son mediocres, previsibles, aburridos. 

Algo similar ocurre con la literatura. Todo el que se pone a redactar una novela parte de una premisa común: tiene una historia que contar. Y no importa que la escriba a ordenador o con bolígrafo, en un ático en Manhattan o en un cercanías atestado de guiris, a tiempo completo o cuando los niños duermen o el jefe no mira. No hablo de tener más o menos fácil todo lo que rodea al acto de escribir. Hablo simplemente de lograr escribir algo bueno o escribir una puta mierda. Porque, si te paras a pensar, tampoco son tantos los temas sobre los que giran los libros que habitualmente lees. Sin embargo, muy pocos de los que se dedican a esto de escribir (de hecho casi ninguno) atesoran en su interior el talento suficiente como para transformar esa historia que quieren contar en una historia digna de ser leída. 

Un ejemplo torpe de cómo un determinado material (una partitura, unos planos o una técnica pictórica) puede enriquecerse o echarse a perder según las manos en las que caiga es la canción “Umbrella”, compuesta por The Dream, Christopher Stewart, Kuk Harrell y Jay Z. Este tema, tras ser ofrecido a Britney Spears y deambular por diferentes sellos discográficos, acabó encabezando el tercer disco de la cantante barbadense Rihanna. 


(“Umbrella”. RIHANNA)

Lo que sigue a continuación son algunas versiones de “Umbrella” que determinados grupos y solistas han realizado con posterioridad a la de Rihanna. Sobra decir que la música y la letra son las mismas en todos los casos, pero los resultados que cada conjunto consigue con ellas son muy distintos (desde versiones que directamente versionan el video oficial de Rihanna a otras que cantan el tema a capela o lo transforman en un Rock & Roll).


(“Umbrella”. VANILLA SKY)
 

(“Umbrella”. THE BASEBALLS)


(“Umbrella”. MANDY MOORE)


(“Umbrella”. THE DUKE´S MEN OF YALE)


(“Umbrella”. COCÓ)


CONCLUSIÓN

Después de escuchar estas versiones me surgen varias preguntas. Por ejemplo, si todos estos grupos habrían mejorado o no sus resultados de haber contado con los medios de los que en su momento dispuso Rihanna. O qué hubiera ocurrido si Rihanna hubiese sido la intérprete de todos los vídeos. Yo, qué queréis que os diga, lo tengo claro. Creo que los habría mejorado notablemente, porque esa tía brillaría hasta en la versión más cutre de Paquito el chocolatero. La razón es que tiene algo que la diferencia y la distancia de lo simplemente bueno o curioso o cutre o grotesco. Eso mismo podría trasladarse a la literatura. Miles de tipos han malgastado, malgastan y malgastarán su tiempo intentando escribir la novela del siglo, pero muy pocos son los que realmente están capacitados para ponerle el punto y final a novelas como “Conversación en La Catedral”, “Los detectives salvajes” o, por citar el último libro que me está fascinando, “Knockemstiff”.

martes, 13 de diciembre de 2011

NADIE TE PUSO UNA PISTOLA EN LA FRENTE...

Que teniendo en casa una estupenda pila de libros como esta…


… pase mis noches subrayando tochos como estos…


 …no tiene nombre.

 Bueno, sí:


G  I  L  I  P  O  L  L  A  S.

sábado, 3 de diciembre de 2011

JANE EYRE

Me ocurre a veces. Especialmente durante esos días en los que me levanto echando de menos a personas que se fueron demasiado pronto. O en los que constato una vez más la cantidad enorme de gente que hay a mi alrededor sin mayor aliciente en la vida que alimentar el cuestionable vicio de joder al prójimo. El mundo entero parece entonces que ha amanecido torcido, y con esa sensación se van dilatando las horas, hasta que al fin algo llega y lo dota de sentido. O justifica la espera. En este caso ha sido una fotografía de “Jane Eyre”, la última película dirigida por Cary Fukunaga y protagonizada por Mia Wasikowska. Una imagen preciosa por la que merece la pena soportar un día de mierda como este. 

miércoles, 30 de noviembre de 2011

LUIS LANDERO: JUEGOS DE LA EDAD TARDÍA

Puede que, en este caso, sea más adecuado hablar de crítica a destiempo que de crítica a contrapelo, pues “Juegos de la edad tardía” fue publicado por Tusquets en 1989. Y si un libro ya es viejo transcurridas dos o tres semanas desde su llegada a las librerías, no quiero ni imaginar cual será el calificativo que corresponderá a este título. En cualquier caso, si esta madrugada me he decidido a exponerlo al frío del páramo manchego es porque alberga en su interior una de las pocas historias que, con el paso de los años, no ha terminado desvaneciéndose entre mi amasijo de sesos de gruyere. 


(Deconstrucción microscopidigitalizada de Faroni)

He dicho “historia” y tal vez debería haber dicho “personaje”, pues es la esquizofrénica evolución de su protagonista lo que en su momento realmente me cautivó, una metamorfosis burda construida sobre un lecho de mentiras que lleva a un oficinista gris y mediocre llamado Gregorio Olías a transformarse en “Faroni”, una suerte de intelectual progre y asiduo a una de las tertulias literarias más reputadas de la capital. El culpable de todo este proceso de despersonalización es Gil, un representante de Requena y Belson en provincias que  desde su pensión de pueblo no hace sino alimentar todos los pajaritos que pueblan la cabeza de nuestro protagonista. 

Entre los instantes memorables de esta novela recuerdo la tarde en que Olías, ante la insistencia de Gil, le confiesa que lo que él es en realidad es ingeniero. Y políglota. Y poeta. O el colmo del disparate, que sobreviene en la página 122 (1) cuando Olías se presenta ante Gil como Augusto Faroni. La mentira, llegado a este punto, está servida y ya no hay vuelta atrás. Gregorio Olías se verá condenado a vivir una farsa que él mismo ha creado, y que madurará y perfeccionará en los intervalos cotidianos en los que no está “actuando” ante Gil. 


(Vista microscópica del momento en el que Gregorio Olías se presenta ante Gil como “Faroni”)

En fin, como soy un bocazas y tengo tendencia a destripar los argumentos de los libros que leo, voy a quedarme aquí. Eso sí, créanme si les digo que la novela entera es una gozada.


NOTAS:

(1) 2ª edición en Fábula. Abril 1994.

jueves, 3 de noviembre de 2011

CUENTOS PARA DORMIR A TU BEBÉ


Todo surge una noche, hace más de cinco años. Son las tres de la mañana. Tengo en brazos a mi hija e intento dormirla con la canción “Un elefante se balanceaba”. El problema, básicamente, es que la canción ya va por ciento cincuenta y seis elefantes se balanceaban (1) y ella sigue con los ojos abiertos como platos. Sus cuatro kilos escasos de peso llevan más de una hora y cuarto rebulléndose en mis brazos, hasta el punto de que los tengo dormidos y me pesan como si físicamente cargara con esa pandilla de elefantes equilibristas que no hace sino aumentar cada 29 segundos. No hay duda, pienso. Necesito cambiar de estrategia. 

Tras darle mil vueltas a la cabeza durante una serie de noches en vela que todavía hoy recuerdo con horror, logro diseñar una nueva línea de actuación a la que encomiendo mi salud y la estabilidad de mi matrimonio: en lugar de cantarle canciones a mi bebé, le voy a hablar. Bueno, más que hablar, le voy a contar. Cuentos infantiles. Pero con trampa. Cuentos tradicionales infectados de sutiles cebos cognitivo-conductuales. Soy consciente de que para hacer esto (además de mis dudosas y cuestionables dotes como psicólogo clínico), necesitaré el apoyo de determinados textos ilegibles, auténticos valiums mentales que, llegado el momento, noqueen a mi neonata en cuestión de segundos. En un primer momento pienso en Lacan (2), pero enseguida temo por la vida de mi hija. Derrida, Bourdieu o Nietzche son nombres que también barajo. Poco a poco, sin embargo, mi elección va decantándose hacia textos más literarios.

Lo que viene a continuación es un ejemplo de lo que intento explicar. Está extraído en parte de una entrevista aparecida en el número de agosto de la revista Quimera (3), y tiene como protagonistas a los escritores y críticos Jorge Carrión y Jordi Gracia, moderados por Roberto Valencia. Por motivos editoriales no puedo copiar completo el cuento (4), pero confío en que la muestra sirva para ilustrar mis desvaríos mentales.

Hace muchos, muchos años, en un Reino llamado Quimera, vivió una princesa de gran belleza llamada Lady Literatura, cuyo amor se disputaban dos de los más valerosos caballeros de la época: Lord Carrión y el Duque de Gracia. Con el fin de dilucidar cuál de los pretendientes era el digno merecedor de los encantos de su hija, el Rey Valencia mandó organizar unas Justas Literarias sin precedentes en el Reino. En ellas, ambos adalides tendrían la oportunidad de desplegar todas las armas dialécticas que tan justo y temido renombre les habían otorgado en todo el territorio de Quimera…

(Lord Carrión y el Duque de Gracia justo antes del inicio de las Justas Literarias)

Normalmente, basta un inicio clásico como este para que los críos se confíen y bajen la guardia. Es entonces cuando, de improviso y como el que no quiere la cosa, ¡¡¡ZAS!!!, la historia vira hacia el ladrillo, se transmuta en una suerte de contenido infumable para un cerebro en los albores de su desarrollo. Sirva como muestra el texto siguiente, que ejemplifica cómo la promesa de un cuento inocente (como el apuntado arriba) puede derivar de sopetón en algo así:

(…)
Por fin llegó el día de las Justas. Una vez acomodados los contrincantes en la enorme mesa de roble, Su Alteza el Rey Valencia les espetó:
¿Cuáles son las aportaciones más importantes de los escritores nacidos en los 40, 50 e incluso los 60?
La gran aportación de ciertos escritores se apresuró a contestar el Duque de Gracia fue instalar las técnicas, las corrientes y las estéticas literarias modernas que habían quedado sepultadas en las dos primeras épocas de la posguerra.
Si yo tuviera que destacar tres grandes características dijo Lord Carrión éstas serían, primero, lo que hacen con la autoficción, con el yo; segundo, cómo integran el ensayo en la ficción; y tercero, su relectura de la literatura occidental.
Si Su Majestad me permite dijo el Duque, yo lo traduciría como la capacidad de convertir esa aclimatación en un producto para el lector medio. Por otro lado, no debemos obviar que el mestizaje de géneros ha tenido una capacidad para engendrar proyectos literarios imprevisibles.
Desde mi punto de vista argumentó Lord Carrión la literatura no tiene reglas. Se basa justamente en la metáfora, en lo indirecto, en el artefacto, en la construcción. De hecho, y sin ir más lejos, la Guerra Civil se ha convertido en un tema de mercado; los premios se dan a novelas sobre la Guerra Civil.
Pero, Milord discrepó el Duque, está usted dando por hecho que no hay una voluntad consciente, ideológica y ética de construir un futuro como escritor a partir de la reelaboración del pasado.
No se vaya usted por las ramas, Excelencia. ¿Qué le parece si en vez de radicalidad hablamos de post-vanguardia?’
¿Y por qué no hacerlo de experimentalismo eficiente? replicó a su vez el Duque.
Porque en determinados casos, su Excelencia, podríamos toparnos con que la evolución es una involución…
―…¿Quiere usted decir, Mylord le interrumpió el Duque de Gracia, que esa situación le produce una sensación de anacronismo? 

(…)

Esto, como ustedes comprenderán, no hay criatura que lo soporte, y el estado de sopor y abulia semisuicida en el que los bebés ingresan es de tal magnitud que las nueve o diez horas ininterrumpidas de sueño no se las quita ni dios (5). De hecho, estudios psicológicos realizados por un servidor sobre cuatro sujetos con edades comprendidas entre los diez y los doce meses demuestran de modo fehaciente que el adormecimiento basado en textos crítico-literarios es significativamente más eficaz que el producido por la interpretación de canciones infantiles, tal y como se refleja en el siguiente gráfico:


(Eje de abscisas: sujetos de estudio (por sexo y edad). Eje de ordenadas: tiempo (en minutos) transcurrido desde que comenzamos la acción relajante hasta que el neonato se duerme. Como puede observarse, las variables sometidas a comparación en este caso particular son, junto al cuento quimérico que acabamos de explicar, la canción “Un elefante se balanceaba” y un popurrí con algunas de las canciones infantiles más conocidas.

No obstante, me veo en la obligación de avisar a los posibles usuarios interesados que estas técnicas (aunque, como ya he dicho, han sido concienzudamente validadas en el laboratorio ―alcanzando, según que ítems, cotas de fiabilidad de hasta el 97%―) no están exentas de tenues aunque molestos efectos secundarios (como parpadeo espastósico, bruxismo moderado y/o babeo asintomático), por lo que es aconsejable una exposición paulatina y periódica a este tipo de cuentos, en la que el incremento de la dosis se produzca sólo y exclusivamente tras haber sopesado que los eventuales riesgos cerebrales producidos en el neonato van a ser compensados por los beneficios que para los padres supondrá una noche de sueño reparador.



NOTAS:

1.    No exagero, de verdad. La situación, llegado a este punto, es tan desesperante que me cuidaré de hacer bromas al respecto. Como dicen por aquí: “que no te pase…”.

2.    En concreto, es el Seminario 4 “La relación de objeto” el texto que inmediatamente me viene a la cabeza. 

3.    Entrevista de Roberto Valencia: “Binomios: Tradición y experimentación. Una conversación entre Jordi Gracia y Jorge Carrión”. Revista Quimera. Número 332. Julio-Agosto 2011 (páginas 16 a 24).

4.    Los derechos de este relato, junto a otros diecisiete que componen un volumen titulado “La muerte de Papá Noel”, están en manos de una minúscula editorial suiza (4.1.) que por contrato me impide reproducirlos en su totalidad hasta seis meses después de su salida al mercado helvético.

4.1. De ahí mi viaje estival a Basilea y Zúrich (4.1.1.). 

4.1.1. Qué se creían, ¿que estaba de vacaciones? (4.1.1.1.).

4.1.1.1. Vamos, hombre, con lo bien que se está en Torrevieja (con sus palmeritas, sus urbanizaciones semidesiertas, su Dialprix con los estantes abarrotados con algunas de las mejores sidras que he probado jamás…).



5.    Gracias a este tipo de cuentos, junto a las técnicas de incremento de la eficiencia lectora (de las que ya hablé aquí) uno ha podido compaginar con cierto éxito la paternidad con otras facetas de su yo (como el sexo marital, el adiestramiento de galápagos de Florida (para más información, pinchar aquí) o la reproducción por semillas del Echinofossulocactus pyllacanthus v. violaciflorus).

miércoles, 12 de octubre de 2011

LECTURAS EN EL BAÑO (Octubre 2011)

A ver... Se trata de ir colgando en el blog (de tarde en tarde) una fotografía de mi lavabo/estantería, que sirva como excusa para intercambiar algunas impresiones acerca de los libros allí apilados. 


Los seis títulos con los que hoy empezamos esta sección son: 

(Editorial errata naturae)

Pasar el invierno” es un libro de relatos escrito por Olivier Adam. Llegué hasta él durante uno de mis escarceos nocturnos por los catálogos de aquellas editoriales susceptibles de hacerme tilín. Hasta la fecha no había leído nada de este autor, pero si el libro termina como ha comenzado tendré que ponerme a ahorrar para comprar “A la intemperie” y “La constancia del corazón” (El Aleph).

(Editorial Lengua de Trapo)

Residuos” de Tom McCarthy. La adquirí hace un par de semanas vía Amazon, fruto de una reseña leída en el blog de crítica literaria Bolmangani. Confieso que no me lo pensé demasiado a la hora de comprarlo, en parte porque el tema me produjo cierta curiosidad y en parte porque me fío bastante del criterio de José Luis. Lo cierto es que por culpa de este libro llevo dos días que es llegar del trabajo y encerrarme en el lavabo bajo excusas variopintas que (permítanme el chiste fácil) ya empiezan a olerle regular a mi santa.

(Editorial Seix Barral)

Historia de Mayta” es uno de mis libros favoritos de Mario Vargas Llosa (lo que equivale  a decir que es uno de mis libros favoritos. Así, a secas). No sé cuántas veces lo habré leído. De ser escritor mataría por escribir la milésima parte de lo bien que escribe este tío. De verdad, uno se topa a diario en los blogs y revistas literarias con tanto autor imprescindible cuyos textos no le llegan ni a la punta de los zapatos a esta novela que tener siempre cerquita algún buen libro como este te ayuda a entender y organizar mejor todo este circo.

(Editorial Hiperión)

Flores en la cuneta” de Alejandro Céspedes. Creo que no exagero si digo que, hoy por hoy, es el poemario que más ganas tenía de leer. Su digestión me está resultando dura por momentos, pero sin duda el proceso está mereciendo la pena. De Céspedes con anterioridad sólo había leído “Las palomas mensajeras sólo saben volver”, pero empiezo a entrever en su obra una determinada forma de hacer poesía con la que me identifico y disfruto con mayúsculas.

(Punto de Lectura. Lengua de Trapo)

Mala suerte” de Juan Aparicio Belmonte. Me decidí a comprar esta novela porque disfruto  mucho con el humor y la ironía que destilan los tuits de su autor. Sin embargo, ser genial en 140 caracteres no garantiza  siempre serlo en 245 páginas y la historia hasta el momento no está logrando engancharme. De modo que o mucho mejora la cosa o me temo que este libro volverá a la estantería antes de que un servidor llegue a su punto final.

(Círculo de Lectores)

París era una fiesta” es una novela que Ernest Hemingway escribió entre 1957 y 1960. Es la tercera vez que acometo la empresa de intentar leerla y, la verdad, no sé si voy a hacer bueno eso de que a la tercera va la vencida. Puede que no guarde mucha relación, pero últimamente pienso mucho en el papel de los traductores, en hasta qué punto el grado de satisfacción de las novelas que leo de autores extranjeros pueda estar condicionado  (y, si lo está, en qué medida) por su traductor. Por ejemplo, no deja de ser curioso el hecho de que la obra de algunos de los autores norteamericanos que más me han gustado últimamente  (David Foster Wallace y Denis Johnson) haya sido traducida por Javier Calvo. Supongo que algo (o mucho) tendrá que ver él en todo este asunto.

lunes, 26 de septiembre de 2011

DEMASIADO BONITO PARA SER VERDAD (KRABI)



Después de más de dos horas conduciendo ya casi hemos llegado a La Solana. A mi lado, Juan Almohada ronca como un animal desde que salimos de Barajas. Sé, por lo poco que me ha podido contar, que estos últimos días los ha pasado en Krabi, una ciudad localizada al sur de Tailandia, perfecta para hacer excursiones a algunas de las mejores playas de este país (como Kho Phi Phi, donde se rodó “La playa”, o Tonsai y Phra Nang).






Antes de entrar en esta especie de coma profundo en el que ahora se encuentra, Juan me ha descrito un par de instantes curiosos. El primero tiene lugar en una isla de arena tan blanca que parece nieve. No consigo recordar el nombre, pero sí que en ella los monos son los dueños y señores de la playa. Los puñeteros están tan habituados a los turistas que merodean sin pudor a su alrededor, en busca de algo que soplarles al menor descuido. 


La otra imagen es de la playa de Phra Nang. Allí, situado en una pequeña cueva, hay un curioso templo en el que se rinde culto al pene.



No puedo contar más. Después de eso Juan Almohada se ha quedado dormido.

Al entrar en el pueblo lo zarandeo un poco y lo llamo. “Sabes”, me dice, bostezando y restregándose con parsimonia los ojos, “Krabi es precioso, pero nunca un lugar tan bonito me había dejado un sabor de boca tan amargo”.


Juan me habla entonces de la masificación de las playas, del aluvión de turistas que, como él, desembarcan en ellas todas las mañanas convirtiéndolo todo en un puto circo… Pero enseguida se calla. Al llegar a un semáforo, justo antes de torcer a la izquierda y adentrarme en su calle, suspira y me espeta: “Oye, no olvides pasarte primero por la gasolinera, a ver si todavía les queda algo de pan que llevar a casa”.

martes, 20 de septiembre de 2011

TRAS LA PISTA DE SKIP SANDS (CHIANG MAI)

(Copio y pego el email recibido hoy de Juan Almohada desde Chiang Mai)

¡Cómo va eso, jefe!

Desde hace unos días estoy en Chiang Mai, la ciudad más grande del norte de Tailandia. Lo cierto es que llegar hasta aquí puede resultar toda una odisea si lo haces en tren. En mi caso salí de Bangkok hacia las 18:00 y no llegué a Chiang Mai hasta pasadas las 11:00 del día siguiente. Tengo que decirte, sin embargo, que esto es mucho más tranquilo que la capital. La gente es amable y agradable, y los precios son bastante más baratos en general.

En el escaso tiempo que llevo aquí he hecho cosas que jamás pensé que haría, como pasear a lomos de un elefante por la selva o recorrer el río en una balsa de bambú (tan rudimentaria que el culo se te queda empapado a los diez segundos de montarte en ella). Me he negado, eso sí, (y mira que me lo habrán ofrecido como mil veces) a contratar una excursión al poblado donde viven las famosas mujeres jirafa. Que conste que he hecho esto por consideración a ti y tus insoportables teorías antropológicas acerca de la colonización, el capitalismo y la fastidiosa globalización. A mí, para qué voy a negarlo, me hubiera gustado ir. Al fin y al cabo sospecho que la situación de estas mujeres no dista mucho de la que he podido observar en otros poblados ubicados en plena selva. Todo está montado para agradar a los turistas y que se gasten cuantos más bahts mejor, de modo que los guiris nos dejamos caer por allí a diario con nuestras cámaras de fotos y ellos nos dejan retratar por unos minutos el decorado en el que viven a cambio de que les compremos algunas pulseras, bolsos o figuritas de Buda (que curiosamente no son artesanales, sino made in China). Pero, qué le vamos a hacer, jefe. Sé muy bien que este es el precio que a veces tengo que pagar por ser tu alter ego, así que chitón y a otra cosa. 

La comida, como te conté en mi correo anterior, es insuperable. Eso sí, me temo que si llegas a ver cómo me prepararon hace dos días en un poblado los noddles no vuelves a probar bocado hasta aterrizar de nuevo en Barajas. Sólo te diré que el cocinero aprovechó el agua de colarlos para lavarse las manos (¡sobre los noddles!), y luego los removió enérgicamente con ellas (en alguna de las fotos que te adjunto puedes ver a este individuo trasteando de espaldas en su cocina). 

Dormir tampoco se duerme mal. El problema es que amanece a las cuatro y pico de la mañana y por la tarde anochece antes de las cinco. Durante mi breve estancia en la selva he dormido sobre una esterilla muy fina, protegida por una mosquitera, en la planta superior de una casa de madera que se parecía un poco a los hórreos gallegos. Todo el ganado estaba abajo, así que imagínate el jaleo que liaban los dichosos gallos en cuanto se colaban los primeros rayos de sol por las agrietadas paredes de madera.

Sabes, jefe, todos estos paisajes seguro que te iban a gustar mucho. A mí me recuerdan a uno de tus libros favoritos: “Árbol de humo” de Denis Johnson. Vale que esto no es Vietnam, pero a veces voy paseando por algún poblado y me parece reconocer en algún turista los rasgos que en su momento les atribuí a Skip Sands o a su tío, el Coronel. 

Pero no todo ha sido patear la selva y esquivar a los mosquitos y a las minúsculas sanguijuelas que abundan en los charcos y el barro (las puñeteras tienen una habilidad especial para localizar ese milímetro de piel libre que siempre queda entre tus botas y los calcetines). 

Como digo, también he visitado algunos monumentos de Chiang Mai. El que más me ha impresionado ha sido el Wat Doi Suthep Phrathat, un templo que se encuentra a unos 15 km de la ciudad. Según tengo entendido es un lugar sagrado para muchos tailandeses (creo que hay una reliquia de Buda y todo, pero me hagas mucho caso. En fin, es lo malo que tiene montarte sin pensarlo en el primer avión con plazas libres que hay, que al no saber tu destino todo queda en manos del azar y la improvisación). Desde el templo las vistas de la ciudad de Chiang Mai son estupendas. Personalmente, uno de los lugares que más me gustó de este templo fue un pequeño bosque cuyos árboles están decorados con proverbios en tailandés e inglés. 

Cuando cae la noche en Chiang Mai no hay nada como  perderte en el Bazar Nocturno: miles de tenderetes repletos de ropa, bisutería, cerámica… O, como hice yo anoche, acudir a uno de los muchos garitos que organizan veladas de Muay Thai.

Bueno, jefe, creo que con lo que te he escrito ya he cumplido por hoy. Así que te lo envío junto a algunas fotos y, con tu permiso, me voy a dar una vuelta. Afuera ha empezado a llover con fuerza, pero la noche aquí es demasiado tentadora como para quedarme encerrado en mi Guest House. 

Un abrazo.


PD: Jefe, dile a mi mujer que no me he olvidado del pan, que lo que pasa es que aquí, por más que busco, no encuentro ni una puñetera panadería


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