sábado, 19 de febrero de 2011

LONDRES EN 10 INSTANTES (2)

CUATRO: Junto a un Sainsbury´s (Paternoster square): Sentado en un banco de piedra, en mitad de una plaza con diez cámaras de seguridad por cada ser vivo, tomo una Henry Westons que me sabe a gloria después de no sé cuantos kilómetros encima y, sobretodo, de haber conseguido atravesar (a la tercera fue la vencida) el Puente del Milenio desde la Tate Modern y el Shakespeare´s Globe hasta St Paul´s. 


Esta sidra, pienso mientras le doy el último sorbo, no desmerece en nada a la Magners (aquí Bullmers) o a la omnipresente Strongbow, y además me consuela del reciente dolor auto-infringido tras borrar accidentalmente de mi cámara las más de 200 fotos que llevaba hechas desde el viernes. Lo curioso viene cuando intento deshacerme del vidrio.


Miro a mi alrededor pero no veo ni rastro de papeleras o contenedores. Entro en el metro y lo mismo. Pienso si todo esto no será sino una medida encaminada a la prevención de posibles atentados. Lo cierto es que en el suelo y los asientos de los vagones hay bastante basura acumulada. 


Al final, tras más de 3200 metros (según Google Earth, en línea recta y sin contar lo andado en los trasbordos) encuentro una papelera entre las obras de Picadilly Circus.



CINCO: Habitación 26 del Lord Jim Hotel (Pennywern road, 23): La noche del sábado decido quedarme en el hotel mientras mis compañeros de viaje (bendita juventud) se adentran en Southwark y desembolsan las preceptivas 15 libras que dan acceso a la Ministry of Sound (al parecer, una de las salas de tortura acústica más famosas de Europa). Me tumbo en la cama.  Enciendo la tele. Echo un vistazo a los resúmenes de la premier. Unos minutos después emiten las mejores jugadas del Arsenal-Wigan. Pienso en lo distinto que parece un partido de fútbol cuando lo ves en el campo y luego por televisión. Entre gol y gol de Van Persie enfocan fugazmente el palco del Emirates.


Semiescondido en una esquina se distingue a Beckham charlando con uno de sus hijos.



SEIS: The Camden Market (Camden High Street): Qué puedo contar de este lugar. Calles y calles repletas de mercadillos y locales de comida rápida. Mucho turista. Mucho pijo disfrazado de activista antiglobalización, dispuesto a fundirse en un santiamén el 0,7 del presupuesto asignado por sus papás en ropa guay.


Deambulo entre los puestos de ropa. El aire huele a comida china, a gofre, a curry. Entro en una zapatería. Debe haber como cincuenta Converse y me gustan todas. De camino a Camden Town compro una camiseta de Mr T. 


(Ahora que lo pienso creo que, si exceptuamos lo consumido en sidra y en comida basura, las 8 libras que he pagado por esta prenda han constituido mi único gasto londinense).

lunes, 7 de febrero de 2011

LONDRES EN 10 INSTANTES (1)


UNO: Barajas (T1). El avión a Luton sale con tres horas de retraso. Según me cuentan en información,  esto es algo habitual en este vuelo, que por ser el último acumula las demoras de todos los anteriores. Como compensación por la espera (¿?) nos ofrecen una Coca Cola y un sándwich de bacon y huevo a cada pasajero. 


He de reconocer que el sándwich, al menos, justifica por sí solo el retraso, y no porque esté especialmente rico, sino porque (si hacemos caso a los ingredientes que dice poder contener) debe ser una de las comidas más completas y equilibradas que haya probado en mi vida.


La pegatina con información nutricional del sándwich me recuerda a otra muy graciosa que leí la otra tarde, al abrir un pedido de libros que acababa de llegarme por correo.

(Curioso que Casa del Libro lleve distribuyendo libros por Internet desde 1923, cuando la primera conexión de computadoras, realizada entre tres universidades de California y una de Utah, se realizó en 1969).  


DOS: Lord Jim Hotel (Pennywern road, 23, 25). Si el hotel está sólo la mitad de bien que el libro de Conrad ya me puedo dar por contento, pienso mientras el autobús a Victoria atraviesa Londres de madrugada. Una vez allí… 



TRES: Emirates Stadium (Hornsey road). Después de toda la mañana deambulando por los lugares que uno suele frecuentar cuando está de visita en una ciudad como Londres, cojo en Leicester square la “Picadilly” hasta “Arsenal”. Los gunners juegan hoy contra el Wigan. La verdad, no tengo muy claro lo de conseguir una entrada. Tal vez por eso, antes de lanzarme como un desesperado a la caza de un reventa, decido reponer fuerzas en un chiringuito próximo al estadio. La hamburguesa con bacon y cebolla tiene toda la pinta de ser un coctel explosivo de colesterol y triglicéridos, pero mi estómago parece haber asumido ya que esto es lo que va a encontrarse durante los próximos días, y al final el trozo de ¿carne? me sienta estupendamente. Luego todo pasa muy rápido. Resumamos la tarde diciendo que sí, que finalmente consigo una entrada y que no tengo que esbozar ante el portero la cara de gilipollas que he estado ensayando desde entonces (por si la entrada resultaba ser falsa). 


Eso, sin olvidar el “momento idiota” del día (que casi me cuesta la vida) cuando, tras marcar Van Persie el primero de sus tres goles, salto de mi butaca con los brazos en alto ante el gruñido contenido de mis compañeros de asiento. Es entonces cuando descubro (¡cómo puedo ser tan despistado!) que el reventa (¡qué mamonazo, lo mato!) me ha vendido una butaca justo en el epicentro del sector donde la policía ha ubicado a los hinchas del Wigan (y el caso es que ya me extrañaba a mí que allí los forofos fueran de azul y no de rojo, jeje).