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martes, 11 de agosto de 2020

HISTORIA DE UN DEICIDIO

Hoy es de esos días raros en los que parece que la suerte te sonríe, poniéndote en las manos un libro que llevabas media vida buscando.

Aunque, claro, después de treinta años buscándolo de manera ininterrumpida, entra dentro de la lógica que, aunque solo sea por pura perseverancia, tuvieras más posibilidades que otras personas de hacerte con él. 

De modo que aquí lo tengo. 

Por fin. 

Entre mis manos. 

Una primera edición de “Historia de un deicidio” en un estado de conservación magnífico (teniendo en cuenta que fue impresa en noviembre de 1971), que no puedo dejar de oler. 


Abro el tomo por una página al azar, cierro los ojos y aspiro el aroma de ese papel amarilleado por su casi medio siglo de vida, y esa fragancia a libro maduro me devuelve a aquellas tardes lejanas encerrado en polvorientas librerías que ya no existen sino en mi memoria. 

 

Casi cincuenta años has estado, pasando de mano en mano. 

Olvidado en un estante. 

 

Pero por fin estás en casa.

sábado, 26 de enero de 2019

MIGAJAS: CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL

"Siempre parecía ocupado, preocupado, apurado, encendía sus cigarrillos con el puchito que iba a botar y cuando hablaba por teléfono decía sólo sí, no, mañana, bueno, y cuando la señora le hacía bromas arrugaba apenas los cachetes y ésa era su risa." 

En "Conversación en La Catedral", de Mario Vargas Llosa.

sábado, 14 de diciembre de 2013

LOS 12 DE 2013


Con la excusa de que ya están aquí las navidades, llevo unos días dándole vueltas a cuáles han sido los mejores libros que he leído durante el 2013. Y, la verdad, no me está resultando fácil. Lo cierto es que durante estos últimos años he venido experimentando una asimétrica relación entre los libros que compraba y leía. Básicamente, porque compraba ocho o diez veces más libros de los que luego terminaba leyendo. Y no porque estos últimos años haya leído poco (de hecho dudo que haya dejado pasar un solo día en todo ese tiempo en el que no haya dedicado un mínimo de cuatro o cinco a leer), sino porque, por lo general, lo que he leído han sido etnografías y manuales de antropología. Como consecuencia hoy soy un tonto más con otro título colgado en la pared y una pila desproporcionada de libros por leer. Libros pendientes que, en su inmensa mayoría, hace ya mucho que dejaron de estar visibles y bien posicionados en las estanterías de las librerías. Afortunadamente, esta carencia continuada de literatura de ficción ha sido mitigada durante estos últimos doce meses por una voracidad lectora como no recordaba en años. He leído mucho, con ansias, aunque reconozco que mis lecturas se han restringido por lo general al universo de libros que tenía abandonados. Escribo esto porque puede que cuando (más abajo) eches un vistazo a mi particular selección no encuentres muchos libros de esos que durante este año los críticos han calificado como excepcionales e imprescindibles.

Avisado quedas, pues.

Por otro lado, antes de enumerar la lista con los 12 libros que más me han gustado este año, me gustaría aclarar que, a la hora de escoger un libro, he valorado casi siempre el hecho de que su autor fuera joven y/o que escribiera literatura en castellano. En fin, ya he dicho alguna que otra vez que me hice lector gracias a la obra de escritores como García Márquez, Donoso, Benedetti o Vargas Llosa, y después de tantos años deambulando por el mundo a la caza de nuevos autores me apetecía mucho volver a los orígenes. En lo que respecta a los autores jóvenes, la razón es que desde hacía ya algún tiempo venía leyendo lo que algunos de ellos escribían en su blog o contaban en twitter, y sentía curiosidad por “dar el salto” y conocer algo representativo de su obra. He de decir que tanto en el primer caso como en este, las sorpresas han sido casi siempre muy gratas.

Bueno, lo dejo aquí. Espero que estos libros sean de tu agrado.   

Ya me contarás.

SELECCIÓN LIBROS 2013

“Ropa tendida”, de EVA PUYÓ (Editorial Xórdica).

 
“La librería”, de PENELOPE FITZGERALD (Editorial Impedimenta).

 
“Acantilados de Howth”, de DAVID PÉREZ VEGA (Editorial Baile del Sol).

“Antes de conocernos”, de JULIAN BARNES (Editorial Anagrama).

“El obsceno pájaro de la noche”, de JOSÉ DONOSO (Editorial Planeta-Agostini)

 
“Hoy, Júpiter”, de LUIS LANDERO (Tusquets Editores).

 
“El universo de al lado”, de EDUARDO DEL LLANO (Editorial Salto de Página).

 
“El fumador y otros relatos”, de MARCELO LILLO (Editorial Caballo de Troya).

“Conversación en La Catedral”, de MARIO VARGAS LLOSA (Editorial Seix Barral).

“Intento de escapada”, de MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ (Editorial Anagrama).

“2020”, de JAVIER MORENO (Editorial Lengua de Trapo).

“La escoba del sistema”, de DAVID FOSTER WALLACE (Editorial Pálido Fuego).

lunes, 1 de julio de 2013

DEAMBULANDO POR LAS ENTRAÑAS DE MI "CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL"

Escribir el otro día sobre “Conversación en La Catedral” me ha hecho reflexionar acerca de las historias que suelen contener nuestros libros favoritos. No las ideadas por el autor, sino aquellas historias paralelas que, como lapas, se van adhiriendo a las páginas de la novela a medida que le vamos sumando lecturas. Son historias personales,  vivencias asociadas a ese libro concreto que terminan por crear un rastro denso cuyas huellas son los pequeños objetos que vamos dejando abandonados en su interior. Todo esto conforma una suerte de estratigrafía íntima del lector-persona que una vez fuimos, una secuencia temporal desordenada de aquellos fragmentos de nuestra vida en los que este mamotreto de 669 páginas estuvo presente, y que en mi caso quedaría así:



Un primer vistazo a los restos que pueblan las tripas de mi ejemplar de “Conversación en La Catedral” nos ofrece dos tipos de datos: los objetivos y los recuerdos vinculados a esos objetos. Así, gracias a los primeros sabemos por ejemplo que el libro fue comprado en la librería Universitas (Córdoba), el 4 septiembre de 1.995, y que nos costó 2.440 pesetas (aunque el recibo pone 2.596).



El recuerdo asociado, por otro lado, es que adquirimos “Conversación en La Catedral” tras ver “Fresa y chocolate”, una genial película de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío en la que sus protagonistas hablan de este libro prohibido por el régimen cubano.

Pero, sobre todo, lo que encierra este montoncito de papeles es un cúmulo de pequeñas historias. Algunas extintas, como la contenida en el papel en blanco (tal vez la cuenta de un restaurante). O que quisiera olvidar, como la que hay tras esos dos pequeños dibujos realizados en Alcalá de Guadaira a finales del noventa y ocho.



También hay historias que, sencillamente, no deberían estar ahí. Es el caso de la precaria lista de personajes de “La guerra del fin del mundo” que debí confeccionar mientras leía esta gran novela, y que sólo ahora, mientras escribo esto, entiendo por qué he hallado en un libro equivocado. El motivo es que no tengo “La guerra del fin de mundo”. Presté (y perdí) mi ejemplar hace años a alguien cuya responsabilidad y amistad sobrevaloré obviamente, y todavía no lo he repuesto. 



De entre todos estos objetos, hay dos por los que siento predilección, tal vez por el poder de evocación que tienen para mí. El primero de ellos es también el más pequeño. Apenas la esquina de una cartulina azul donde, a modo de chuleta, anoté hace siglos información de interés sobre unas oposiciones que realicé en Cuenca. 


El otro es un abono mensual del cercanías que, hace casi veinte años, utilizaba casi a diario para trasladarme desde Arroyo de la Miel hasta el campus de Teatinos, en Málaga. Lo empleo como punto de lectura desde entonces, y aunque está destrozado para mí es un símbolo que representa todos los libros que devoré durante las miles de horas anuales que perdí trasladándome de un lugar a otro.

Avanzo y tomo conciencia de que hay objetos que se han ido quedando dentro del libro a medida que lo leía, por simple descuido o desidia, mientras que otros están ahí porque esa es la única forma que tenía para lograr que no se extraviaran. Es el caso, por ejemplo, de la cuartilla en la que mi hija emborronó hace un par de años su primera carta a los reyes Magos.


En definitiva, todos estos pequeños papeles y cartoncitos contribuyen a explicar el estado lamentable en que se encuentra hoy el libro, con la cubierta deslucida (a pesar de que, no sé por qué, lo forré en su momento) y los bordes redondeados por el (ab)uso. Prueba de ello es la página 161-162, que está despegada por completo. Igual ocurre con la primera hoja, aunque esta fue deliberadamente arrancada como consecuencia de una visita que Vargas Llosa realizó a Argamasilla de Alba hace unos años. Tengo la costumbre (o la manía) de firmar todos los libros que compro (en realidad los firmo, les pongo el precio, la fecha y el lugar donde los compré), y ante la perspectiva de que el maestro pudiera estampar su rúbrica en mi ejemplar decidí que lo mejor era arrancar esa primera página, vilmente profanada con mi firma de lector ególatra y posesivo. Al final, entre que aquello era una conferencia y no una firma de libros, y que me dio cierta vergüenza pelearme con otras cien personas para que el autor me autografiara un libro de hacía más de 40 años, desistí de acercarme. 

Y hasta hoy.