Mi amigo S. dice siempre que en el mundo hay dos tipos de personas: las que hacen cosas, y las que se pasan la vida mirando las cosas que hacen las primeras. Por un lado están aquellos que salen en la tele o en los periódicos porque han ganado una medalla, han salvado cien vidas, han descubierto una vacuna o han coronado varios ocho mil. Y luego están los que ven, leen o escuchan esas noticias. Hay gente que actúa y gente que mira. S. denomina a estos dos grupos “Emprendedores” y “Pasivos”. A su vez, dentro de los que miran, de los pasivos, mi amigo ha identificado dos subgrupos: el de los “Pasivos Acomodados”, que no aspiran a nada y son felices así, y un subgrupo que denomina “Pasivos Soñadores”, que aunque pasivos, tienen como máxima aspiración llegar a ser algún día como los emprendedores. El problema es que no tienen la fuerza de voluntad necesaria para conseguirlo. Cómo explicarlo… son todos aquellos tipos que quisieran escribir un gran libro o sacar la nota más alta en unas oposiciones, pero les falla la constancia, la voluntad, el esfuerzo para conseguirlo. La perseverancia.
Yo, cuando hablo con S., defiendo la inclusión de un tercer subgrupo dentro de los Pasivos. Básicamente, estaría constituido por todos aquellos sujetos que, habiendo adoptado un estilo de vida indiferente y despreocupado, dedican su tiempo a menospreciar los esfuerzos y/o logros de los demás. Los miembros de este amplio subgrupo todavía no tienen nombre, aunque a S. y a mí, provisionalmente, nos gusta categorizarlos como “Gilipollas”. A secas.
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