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sábado, 14 de diciembre de 2013

LOS 12 DE 2013


Con la excusa de que ya están aquí las navidades, llevo unos días dándole vueltas a cuáles han sido los mejores libros que he leído durante el 2013. Y, la verdad, no me está resultando fácil. Lo cierto es que durante estos últimos años he venido experimentando una asimétrica relación entre los libros que compraba y leía. Básicamente, porque compraba ocho o diez veces más libros de los que luego terminaba leyendo. Y no porque estos últimos años haya leído poco (de hecho dudo que haya dejado pasar un solo día en todo ese tiempo en el que no haya dedicado un mínimo de cuatro o cinco a leer), sino porque, por lo general, lo que he leído han sido etnografías y manuales de antropología. Como consecuencia hoy soy un tonto más con otro título colgado en la pared y una pila desproporcionada de libros por leer. Libros pendientes que, en su inmensa mayoría, hace ya mucho que dejaron de estar visibles y bien posicionados en las estanterías de las librerías. Afortunadamente, esta carencia continuada de literatura de ficción ha sido mitigada durante estos últimos doce meses por una voracidad lectora como no recordaba en años. He leído mucho, con ansias, aunque reconozco que mis lecturas se han restringido por lo general al universo de libros que tenía abandonados. Escribo esto porque puede que cuando (más abajo) eches un vistazo a mi particular selección no encuentres muchos libros de esos que durante este año los críticos han calificado como excepcionales e imprescindibles.

Avisado quedas, pues.

Por otro lado, antes de enumerar la lista con los 12 libros que más me han gustado este año, me gustaría aclarar que, a la hora de escoger un libro, he valorado casi siempre el hecho de que su autor fuera joven y/o que escribiera literatura en castellano. En fin, ya he dicho alguna que otra vez que me hice lector gracias a la obra de escritores como García Márquez, Donoso, Benedetti o Vargas Llosa, y después de tantos años deambulando por el mundo a la caza de nuevos autores me apetecía mucho volver a los orígenes. En lo que respecta a los autores jóvenes, la razón es que desde hacía ya algún tiempo venía leyendo lo que algunos de ellos escribían en su blog o contaban en twitter, y sentía curiosidad por “dar el salto” y conocer algo representativo de su obra. He de decir que tanto en el primer caso como en este, las sorpresas han sido casi siempre muy gratas.

Bueno, lo dejo aquí. Espero que estos libros sean de tu agrado.   

Ya me contarás.

SELECCIÓN LIBROS 2013

“Ropa tendida”, de EVA PUYÓ (Editorial Xórdica).

 
“La librería”, de PENELOPE FITZGERALD (Editorial Impedimenta).

 
“Acantilados de Howth”, de DAVID PÉREZ VEGA (Editorial Baile del Sol).

“Antes de conocernos”, de JULIAN BARNES (Editorial Anagrama).

“El obsceno pájaro de la noche”, de JOSÉ DONOSO (Editorial Planeta-Agostini)

 
“Hoy, Júpiter”, de LUIS LANDERO (Tusquets Editores).

 
“El universo de al lado”, de EDUARDO DEL LLANO (Editorial Salto de Página).

 
“El fumador y otros relatos”, de MARCELO LILLO (Editorial Caballo de Troya).

“Conversación en La Catedral”, de MARIO VARGAS LLOSA (Editorial Seix Barral).

“Intento de escapada”, de MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ (Editorial Anagrama).

“2020”, de JAVIER MORENO (Editorial Lengua de Trapo).

“La escoba del sistema”, de DAVID FOSTER WALLACE (Editorial Pálido Fuego).

jueves, 18 de abril de 2013

LECTURAS EN EL BAÑO (ABRIL 2013)

Leer puede convertirse a veces en una espiral interminable, en un cúmulo de libros amontonados en el lavabo de tu cuarto de baño que no hace sino aumentar cada día que pasa. Consciente de ello, no hay año que no estrene reviviendo un mismo y ya viejo propósito: leer los libros de uno en uno.

Y lo cierto es que suelo empezar siempre muy bien. Enero va pasando y los libros se suceden en orden, sin agolparse, mientras mi mente hace gala de una disciplina y buena fe sorprendentes (1). 

Sin embargo, como dicen por aquí: “arrancada de caballo, parada de burro”.  Supongo que todo es consecuencia de la nefasta organización de mi tiempo libre, unido a las ansias por leer la montaña enorme de libros que he ido acumulando durante estos últimos años, pero el caso es que mis buenos propósitos se empiezan a torcer un día cualquiera y cuando quiero darme cuenta tengo otra vez seis u ocho libros apilados en el lavabo de mi cuarto de baño.


La mayoría de las veces esto no constituye un problema. Voy saltando de un libro a otro y más tarde que pronto acaban cayendo todos. En ocasiones, no obstante, sucede que la última historia en llegar empieza a acapararlo todo, y entonces mi mundo se comprime y reduce a la consecución de un objetivo básico: buscar como un politoxicómano desesperado un cuarto de hora, un minuto, diez putos segundos con los que arañar un par de renglones más de esa historia que me tiene comido el coco. Cosas así, claro, no pasan todos los días. De hecho, casi nunca pasan. A mí sólo me ocurre cuando, por ejemplo, releo “Historia de Mayta”. 


O “El extranjero”. 



O “Boquitas pintadas”. 


También cuando, de higos a brevas, me topo con “joyas” como “Knockemstiff”, “Residuos” o “Postales de invierno”.


Pero, sobre todo, y entenderás esto perfectamente si has leído algunas de las entradas anteriores, me pasa cuando leo a Luis Landero. 


Como ya he dicho, esta absurda pretensión por querer leerlo todo y querer leerlo ya debe tener su origen en la intensa privación lectora sufrida durante estos últimos años, en los que la literatura se ha mantenido en mi vida en un discreto segundo plano. Algo parecido me ocurre con el acto físico de adquirir libros. Condenado a buscarlos desde hace años por internet, y asqueado cada vez que piso una librería de Ciudad Real o, más recientemente, Córdoba (donde, sin excepción, podría haber quemado todos los libros expuestos en el escaparate sin que se hubiera cometido el más mínimo perjuicio a la Literatura), la verdad es que echo mucho de menos poder poner los pies en una librería de viejo. No sé… entrar en Códice, Abadía, Biblos (dios sabe si alguna de ellas seguirá todavía existiendo) y sentir el bofetón del papel viejo destrozando mis bronquios de asmático, dejar pasar las horas entre sus estanterías y mancharme los dedos de polvo, a la caza de alguno de esos libros que llevo años buscando infructuosamente. 

(Como “Cerdos para los antepasados”, de Rappaport, que estuve buscando no sé cuantos años…)

Llámame loco, pero tal vez por eso (como un inocente y burdo mecanismo de compensación) me descubro a veces observando mi pequeña biblioteca desde el comedor, como si vista desde allí fuera una de esas librerías de viejo que tanto frecuenté en el pasado, y que con infinito tesón y paciencia fui desvalijando para construir la mía (2) .



NOTAS

(1)  Sólo de ese modo puede explicarse que los Reyes me sorprendieran este año dando cuenta de “Robar en American Apparel”, un insulso e infumable bodrio que por momentos me hizo barajar la idea del suicidio por sobredosis apática)

(2)  Metafóricamente hablando, se entiende…

martes, 19 de marzo de 2013

LECTURAS EN EL BAÑO I (Marzo 2013)

Estos días he recibido algunos libros que llevaba tiempo queriendo leer.

Libros como este:


O este:

 O este:


O este:

Sin embargo, hay uno que, nada más caer en mis manos, ha eclipsado a todos los demás. Se trata de “Absolución”, la última novela de Luis Landero.


Lo curioso de esto es que (a pesar de que todos los días deambulo por diferentes blogs literarios y redes sociales como twitter) no he sabido de la existencia de este libro hasta hace apenas un mes. Ha pasado desapercibido, como casi todos los anteriores libros de Landero. Como el propio autor.

Y, la verdad, no lo entiendo.

Porque, tal vez aún no lo sepas, pero Landero es el amo.

El puto amo de la literatura española actual


viernes, 8 de marzo de 2013

NO HAY CARICIA... (*)


Lo echaba de menos. 

Tumbarme en el sofá por la noche, con un puñado de libros al lado, y dejar pasar las horas escurriéndome de uno a otro como un amante infiel y voraz. 

Como ahora. 

Aunque solo sea para constatar una vez más que la literatura es un territorio inmenso e inabarcable, donde aún es posible descubrir a autores como Julian Barnes cuando todavía revolotean en tu mente dos versos abandonados de un poema de Alfonso Armada o de Siri Hustvedt. Donde beber a tragos cortos una entrevista a Foster Wallace, mezclada con un cuento de Miljenko Jergović, que te ayuden a olvidar ese cúmulo de pequeñas decepciones que conforman tu mediocre y gris existencia. Donde adentrarse en la madrugada sin más víveres ni equipaje que algún libro robado de Luis Landero. 

Todo lo demás, en esos momentos, me sobra.


(*) “No hay caricia que supla/el calor del latido”, versos finales de La muerte, incluido en “Los temporales”, de Alfonso Armada.