El bar de mi padre fue relativamente famoso hace años, bastantes años, entre los vecinos del barrio de Conquistadores. Y no precisamente por la calidad de sus vinos o la abundancia de sus tapas. Dos fueron los principales motivos de su renombre. Primero: que no pasaba un mes sin que alguno de sus clientes habituales pasara a mejor vida. Segundo: que al poco tiempo las caras de los difuntos aparecían misteriosamente en las paredes del bar. A veces incluso se invertían los términos, apareciendo primero las caras de clientes aún vivos, a modo de aviso o advertencia. Cuando una mañana mi padre vio junto a la puerta del aseo su cara formada por varias manchas de humedad comprendió que había llegado la hora de traspasar el negocio. 



Estás de broma, no?
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ResponderEliminar¡Por supuesto que no! Las caras todavía aparecen regularmente en ese bar, del cual no daré más datos para no espantar a la clientela (viva)
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