viernes, 17 de abril de 2009

DE LO SENCILLO

No nos engañemos. Uno no va a Smara a disfrutar de su arquitectura o gastronomía. Sin embargo, basta con descender del viejo todoterreno y pisar la arena de este campo de refugiados para sentirse sobrecogido por la entereza y la humildad de sus habitantes. Tal vez sea ahí, en las historias que portan sobre sus espaldas, donde resida la belleza de este lugar. Una belleza sin artificios, tan sencilla y descarnada que duele a primera vista. A continuación os dejo una serie de fotografías que tal vez clarifiquen un poco lo que intento explicar:
(Fuente de fotografías 1, 4 y 5: Sebas )

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