“Nunca segundas partes fueron buenas”, dicen, y lo cierto es que este es un dicho que a menudo se ha cumplido en un servidor, bien al visionar las secuelas de una película inolvidable o al releer algún libro que en su momento me fascinó, bien al regresar a ciudades que en una primera estancia me deslumbraron. No es el caso de Amsterdam, ciudad que no pisaba desde la primavera de 2001 y que me ha gustado, si cabe, más aún que aquella primera vez. Como muestra, os dejo algunas fotografías que hablan por sí solas:
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