martes, 31 de mayo de 2011

¡QUÉ REMEDIO!

Esta es una de esas noches en las que mis pies descalzos terminan siempre por esbozar un sendero sobre el parquet, a fuerza de tanto acunar a mi enano por todas las estancias de la casa; un camino que, en mi caso, no lleva a Roma, sino a la pequeña biblioteca familiar. Es ahí donde me encuentro ahora, sentado en el futón con el bebé dormido, entregado al insustancial entretenimiento de imaginar cómo verá él esta habitación dentro de apenas unas semanas, cuando comience a andar y los libros apilados en las estanterías surtan en él el mismo efecto que en su padre va ejerciendo ya su inminente entrada en la cuarentena.  


2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Juan Miguel.
    ¿Sabes? Estoy escribiendo estas palabras y (tal vez porque tengo aún muy reciente mi última entrada en el blog) me ha venido a la memoria una entrada tuya estupenda de finales del año pasado. Se llamaba "Qué vida más perra", y recuerdo que en ella narrabas el hallazgo casual del sheriff Woody. No sé, pienso que en ocasiones un pequeño detalle, un objeto o un gesto (en apariencia nada importante) es la llave que nos lleva hacia una historia que parece que siempre estuvo ahí, esperando a que alguien llegara y la pusiera por escrito.
    Un abrazo

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