Vale, es cierto. Solo es una semana, pero me pagan el avión, una cama y toda la cerveza que sea capaz de ingerir. A cambio sólo tengo que tocar el bajo desde las diez hasta las dos de la mañana. La verdad es que no sé ni cómo se llama el grupo. Tampoco el nombre de los nightclubs donde tendrán lugar las actuaciones. Lo importante, desde mi punto de vista, es que un buen amigo se ha acordado de mí. Y que gracias a estos bolos podré deambular durante unos días por Copenhague, Malmö y Lund.
Nos vemos a la vuelta.
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