miércoles, 17 de septiembre de 2014

“EL JARDINERO DE SARAJEVO”, de MILJENKO JERGOVIĆ

Aquí, a unos pocos centenares de kilómetros del fin del mundo, la gente planea su futuro, los zapateros ponen suelas para el invierno, los sastres cosen para ocasiones especiales trajes que durarán toda una vida, los escritores empiezan sagas familiares de tres tomos que escribirán durante diez años. La vida late con un pulso regular entre pequeños engaños y aplazamientos, como los trucos con los cheques y las tarjetas de crédito; las personas permanecen en circuitos cerrados, titilan como anuncios de neón, viven ritualmente su existencia, desde el útero hasta la tumba, lejos de cualquier Apocalipsis. Viven, en realidad, lo que he vivido yo mismo antes de que la guerra trastocara todas las cosas de mi ciudad y alterara todo tipo de ritmo vital. Antes de que el miedo me obligara a olvidarme de todas las consideraciones y huir. Lo que quedó atrás sirve únicamente para calcular el precio del miedo. Mi hogar, mis libros, mi frigorífico, el vídeo, los muebles, el sentimiento de tener que ahorrar para un futuro…



Este fragmento que acabas de leer pertenece al relato “La carta”, incluido en “El jardinero de Sarajevo”, un libro excepcional de Miljenko Jergović que hoy es muy difícil de encontrar. 


Publicado por Dèria Editors en 1999, ya he perdido la cuenta de las ocasiones en que he intentado infructuosamente hacerme con él. Por ese motivo, cuando el otro día me lo tendieron en régimen de préstamo casi se me caen dos lágrimas de agradecimiento. Y es que “El jardinero de Sarajevo” constituye, junto a “La maleta” de Sergei Dovlatov y “Piezas en fuga” de Anne Michaels, la respuesta de Juan Miguel Contreras a mi selección de libros de hace unas semanas.

No, no hay duda de que “El jardinero de Sarajevo” no ha defraudado las altas expectativas que tenía puestas en él. Acabo de terminarlo y siento que es un libro inmenso, precioso en su descripción de lo terrible, un mosaico de pequeños relatos que se te quedan clavados en el estómago y te acercan a la realidad de una ciudad devastada por la guerra, el Sarajevo de principios de los noventa. 

Un libro bestial e imprescindible que, a menos que algún editor con huevos y tendencias suicidas lo evite, seguramente nunca podrás leer, amigo lector.

jueves, 4 de septiembre de 2014

LECTURAS EN EL BAÑO: UN EXPERIMENTO

La idea, sobre el papel, no puede ser más simple: recomendarnos mutuamente, y de forma periódica, una serie de libros que nos enriquezcan como lectores.

Yo, para abrir fuego, he seleccionado estas seis novelas para ti:
  

“Ropa tendida”, de Eva Puyó (Editorial Xórdica).

“Tangram”, de Juan Carlos Márquez (Editorial Salto de Página).

“Intento de escapada”, de Miguel Ángel Hernández (Editorial Anagrama).

“Acantilados de Howth”, de David Pérez Vega (Editorial Baile del Sol).

“Juegos de la edad tardía”, de Luis Landero (Editorial Tusquets).

“Plano detallado del infierno”, de Antonio Fontana (DVD Ediciones).

Como puedes ver, las seis son de autores españoles. Y, por lo que tengo entendido, todas excepto una son primeras novelas -lo que no quita que sus autores no hubieran publicado, y no digamos escrito, otros libros con anterioridad- (1). Sobra decir que si te las recomiendo es porque todas me han gustado bastante. Pero, por lo demás, no tienen mucho en común, y a poco que indagues descubrirás que (además de sus diferencias estilísticas) hay algunas que son muy recientes mientras que otras tienen ya sus años; algunas que tal vez puedas encontrar con facilidad en una buena librería, y otras que incluso son difíciles de comprar. Es el caso de “Plano detallado del infierno”. No puedo ni imaginar las carambolas que habrán tenido que darse para que uno de esos mil o mil y pico de ejemplares publicados en 2007 por una editorial que ya ha desaparecido haya podido llegar a mis manos, pero sin duda el azar ha jugado un papel determinante. Y esa es la pena, que libros tan buenos caigan en el olvido al poco de editarse. Yo no puedo evitar que una parte sustancial de esos títulos terminen al final metidos en cajas, en un almacén, o convertidos en pasta de papel, pero sí puedo contribuir a que, de alguna manera, no caigan en el olvido. Recomendándolos. Prestándolos. Añadiéndole lectores.

En fin… No me extiendo más. Ahí están mis propuestas. Espero las tuyas.

Un saludo.


PD: Para hacer esto más real y que no quede todo en un plano teórico (quién sabe cuánta gente leerá esto, o si lo leerá alguien) ayer tarde intercambié con mi amigo Juan Miguel Contreras (escritor, exlibrero y responsable de “El caimánsincopado”) estos seis libros por algunos de los suyos.


NOTAS:
(1)   Así, a bote pronto, sé que:
a.      Miguel A. Hernández ya había publicado previamente un buen puñado de libros. Entre los que he leído o esperan su turno en mi biblioteca están “Infraleve: lo que queda en el espejo cuando dejas de mirarte”, “Demasiado tarde para volver” o  “Materializar el pasado. El artista como historiador (benjaminiano)”.
b.      “Ropa tendida” es, tal y como se señala en la solapa del libro, la primera novela que ha publicado Eva Puyó.
c.       En lo que respecta a Juan Carlos Márquez, “Tangram” es también su primera novela. No obstante, con anterioridad había publicado varios libros de cuentos, entre ellos el maravilloso “Norteamérica profunda”, con el que disfruté mucho.
d.      “Acantilados de Howth” es la primera novela publicada de David Pérez Vega, que también publicó por esas fechas un par de poemarios tras cuyos pasos ando (y que más pronto que tarde caerán en mis manos, junto a su nueva novela).
e.      “Juegos de la edad tardía” fue e título con el que Luis Landero debutó y “pegó el pelotazo”, allá por 1989-1990. Para mí, uno de los mejores libros que he leído en mi vida.
f.        “Plano detallado del infierno” es la excepción, pues Antonio Fontana ya había publicado con anterioridad (que yo sepa) un par de novelas. Reconozco que ha sido el descubrimiento del verano, y ya me he agenciado “De hombre a hombre” y “El perdón de los pecados”.

miércoles, 14 de mayo de 2014

TOMANDO POSICIONES PARA EL VERANO

Se acerca mi cumpleaños.

Y con él un momento que se repite, puntual, año tras año, ese instante en el que mi madre me felicita con un beso y me da un billete de 50 euros mientras afectuosamente me reprende por anticipado: “Pero no te compres más libros, niño, que un día os van a echar de la casa”.

Pues va a ser que no, madre.


sábado, 10 de mayo de 2014

LECTURAS EN EL BAÑO (Mayo 2014)

Lo reconozco. Últimamente estoy teniendo mucha suerte con mis lecturas. Apenas cierro un libro bueno cuando abro el siguiente y está todavía mejor. A día de hoy se amontonan en mi cuarto de baño cuatro libros que intento compaginar de la mejor forma posible. Son estos:


Libertad”, de Jonathan Franzen. Ed. Salamandra.

Es la primera novela que leo de este autor norteamericano. Y la verdad es que me está gustando tanto que veremos a ver si no continúo con “Las correcciones”, otro “tocho” de Franzen que también lleva varios años aparcada en mi biblioteca. “Libertad” es uno de esos libros que uno lee muy de tarde en tarde, y que tiene la facultad de hacer que durante una temporada sientas que todo lo que estás leyendo o acabas de leer es pura basura. Dejo un fragmento cualquiera de este libro, el primero con el que mis ojos se han topado al abrirlo al azar:

“… y cuando fue a Port Authority y recibió a Conny en la puerta de llegadas, pensó que nunca se había alegrado tanto de verla. Durante el mes anterior, comparándola mentalmente con la incomparable Jenna, había perdido de vista lo atractiva que era, a su manera esbelta, austera y ardiente. Vestía un chaquetón de marinero que él no conocía y fue derecho hacia él y acercó la cara a la suya y los ojos muy abiertos a los suyos, como si se apretase contra un espejo. En el interior de Joey se produjo un drástico derretimiento de todos los órganos. Estaba a punto de echar cuarenta polvos, pero era más que eso. Era como si la estación de autobuses y todos los viajeros de bajo poder adquisitivo que pasaban alrededor de ellos dos estuvieran equipados con ajustes de brillo y color cuya intensidad había sido reducida radicalmente por la mera presencia de aquella chica que Joey conocía desde siempre.”


La verdad sobre Marie”, de Jean-Philippe Toussaint . Ed. Anagrama.

De Toussaint había leído con anterioridad cuatro novelas, todas ellas entre enero de 2003 y agosto de 2004: “El cuarto de baño”, “Monsieur”, “La cámara fotográfica” y “La televisión”. Luego, durante más diez años, apenas había vuelto a saber nada de él. En parte, supongo que porque ninguna editorial se animó a continuar traduciendo sus libros al español. Para mi sorpresa, hace poco leí que un libro suyo (“Hacer el amor”) había sido publicado por la editorial Siberia, de reciente creación, y a punto estaba de hacerme con él cuando cayó en mis manos la versión electrónica de “La verdad sobre Marie”. Y con él ando. Con la idéntica sensación que tuve con sus libros anteriores: libros que no terminan de engancharme pero que, por alguna extraña razón que se me escapa, no puedo dejar de leer.


Once maneras de sentirse solo“”, de Richard Yates. Ed. RBA.

La verdad es que he tenido un poco abandonado este libro durante los últimos días, por culpa de la absorbente novela de Franzen. Pero eso no significa que no me esté gustando. Al contrario, los pocos cuentos que he leído me han parecido magníficos. Como su nombre indica, todos ellos giran en torno a la soledad, pero entendida (y vivida) desde diferentes puntos de vista. Promete mucho.


Una novela rusa”, de Emmanuel Carrère. Ed. Anagrama.

De Emmanuel Carrère sólo había leído “El adversario” (novela que, tengo que decirlo, me dejó un gran sabor de boca), y aunque tengo otros tres libros suyos dando vueltas por las estanterías, no me habría atrevido con "Una novela rusa" en estos momentos de no ser por la recomendación e insistencia de Juan Miguel Contreras, escritor y bloguero con el que pasé una estupenda tarde hace un par de semanas. Aprovechando que venía a la biblioteca municipal de La Solana para hablar de “La muñeca rusa” y “Cardiopatías” (sus dos últimos libros publicados), conseguimos cuadrar nuestros horarios sobresaturados de pañales y potitos para, entre cafés y cervezas, charlar y recomendarnos mutuamente un puñado de libros imprescindibles, tesoros que (por desidia o ignorancia) se me habían pasado por alto y que son una prueba fehaciente más de las grandísimas lagunas que tengo como lector.