sábado, 22 de junio de 2013

EXPERIMENTANDO CON "CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL"

Siempre que un libro me gusta mucho (y cuando digo mucho, me refiero a que no puedo quitármelo de las manos hasta que le doy fin) hago el mismo experimento: Cojo “Conversación en La Catedral” de la biblioteca y lo abro por la primera página.


“Desde la puerta de «La Crónica» Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”

Y a esperar a ver qué pasa.  

La hipótesis inicial es que la historia que me tiene absorto en esos momentos me atraerá de nuevo con fuerza hacia ella, reclamándome toda la atención. Después de todo, esa historia es una historia nueva y la de Vargas Llosa casi me la sé de memoria.

Sin embargo, no sé qué ocurre, pero una vez abierto el libro las páginas comienzan a sucederse una tras otra, y cuando quiero darme cuenta estoy sentado de nuevo en “La Catedral” junto a Zavalita y Ambrosio, compartiendo con ellos una Cristal helada que me sabe a gloria. 

Llegado a ese punto sé que ya existe sólo una salida… que encontraré seiscientas y pico páginas después.


De modo que en esas ando ahora, releyendo una vez más el libro que sin duda salvaría de mi biblioteca de tener que elegir sólo uno. Lo que tiene su mérito, no creas, sobre todo si tienes en cuenta que durante todos estos años no ha dejado de batirse con éxito contra docenas de rivales duros de verdad.

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