Acabo de tomar conciencia de los muchos meses que hace que no abro la puerta de mi cuarto de baño para mostrar los libros que últimamente invaden mi lavabo.
Son estos:
Vayamos uno por uno:
(Editorial Alpha Decay)
“Glaciares”, es la primera novela de la narradora estadounidense Alexis M. Smith. Si en cualquier historia hay que andar con cuidado para no destriparla a futuros lectores, en esta ni te cuento. Y no porque sea especialmente emocionante, pues “Glaciares” (desde mi punto de vista) sigue en la onda de la infumable “Robar en American Apparel” (incluida también en la colección “Héroes Modernos”, de Alpha Decay). Es decir, allí no pasa nada: páginas y páginas para narrar un día en la vida de una bibliotecaria de veintiocho años enamorada hasta las trancas de un compañero de trabajo que sirvió en Irak. He de reconocer que tiene algunos pasajes bonitos (al menos no he sentido impulsos suicidas como durante las pasadas navidades, con el bodrio de Tao Lin) pero también los tiene “Los bingueros” y no… En fin, una obra que no me ha llegado a emocionar o que no he sabido apreciar.
(Editorial Anagrama)
“La otra cara de Rock Hudson”, novela con la que Guillermo Fadanelli obtuvo en 1998 el Premio Nacional de Literatura, está situada en un depauperado barrio del DF. Narra la vida de un delincuente apodado Johnny Ramirez y su relación con un joven muchacho que (mucho me temo) terminará siguiendo sus oscuros pasos. Me está gustando bastante, como también lo hizo “Educar a los topos”·
(Editorial Periférica)
“Hoteles”, del boliviano Maximiliano Barrientos es una historia que acabo de terminar y que me ha dejado muy buen sabor de boca. Podríamos decir que este libro es el retrato de una huida, de la travesía de una joven pareja de actores porno y la hija de ella por carreteras y hoteles que son siempre iguales, que parecen siempre el mismo. Desde mi punto de vista, un libro muy recomendable y un autor a seguir. Estoy ya a la caza de “Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer”, el otro título que Barrientos tiene publicado en Periférica.
(Planeta-Agostini)
“El obsceno pájaro de la noche”, del escritor chileno José Donoso es un libro al que ya he hecho esperar bastante. Lo compré en Málaga, en 1997, y desde entonces andaba cogiendo polvo en la estantería. Una reciente entrada en el blog del escritor madrileño David Pérez Vega sobre “La ciudad sin límites” (ver aquí) me hizo reflexionar acerca del injusto olvido que parece estar acompañando desde hace años a la obra de este genial escritor chileno, y me recordó que había un libro suyo que llevaba demasiado tiempo “evitando”. De Donoso he leído (además de “La ciudad sin límites”) “Este domingo”, “Cuatro para Delfina” y “Coronación”, texto que considero una obra maestra (no deja de sorprenderme que fuera su primera novela, publicada cuando el autor tenía sólo 32 años). Apenas llevo 50 páginas de “El obsceno pájaro de la noche”, pero no albergo ya duda alguna de que estoy ante otro libro con mayúsculas.
Por cierto, la vida puede a veces regalarnos anécdotas e historias tan increíbles como las que encierran los libros. Esta tuvo lugar en Málaga, puede que la tarde que compré la novela de la que os estoy hablando. Un gran amigo me vio paseando por la calle, con el libro en la mano, y mientras me arrastraba hacia el bar más cercano me preguntó por el autor. Cuando le dije “José Donoso” mi amigo sonrió y me dijo: “Nunca he leído nada suyo pero una vez me tuvo en sus brazos”. Yo, claro, me lo tomé como una vacilada más de este malagueño cachondo que había vivido en pueblos de media España, pero apenas una semana más tarde apareció en Babelia un reportaje sobre Donoso y el boom latinoamericano. Entre otras muchas cosas, desvelaba que este escritor chileno había residido a primeros de los setenta en Calaceite, pequeño pueblo turolense donde el padre de mi amigo había estado destinado como guardia civil. Apenas unos días más tarde (no recuerdo las circunstancias del encuentro) su padre (ya por entonces capitán retirado) me corroboró punto por punto la veracidad de esta historia.
(Bartleby Editores)
“Los muertos y los vivos”, de Sharon Olds. Tengo tan mala memoria que acostumbro a intercalar siempre, entre los libros que leo, alguno que en su día me causó buena impresión. Es el caso de este delicioso poemario en edición bilingüe, que no me canso de leer y al que vuelvo con regularidad. Hace unos días dejé en el blog “La muerte de Marilyn Monroe”. Permitidme que os regale la vista con otra joya de las muchas que encierra este libro, para mí imprescindible:
***
(Sajalín Editores)
“Cirkus Columbia”, de IvicaDjikić es un libro duro, que seguramente habré terminado cuando esta entrada vea la luz. Con el trasfondo de la guerra de los Balcanes siempre presente, en una atmósfera espesa de odio y miedo, el autor va desgranando la búsqueda de Bonny, el gato de un acaudalado emigrante bosnio que acaba de regresar de Alemania a la ciudad. Envolviendo esta historia, y utilizando una escritura fragmentada, pululan una serie de personajes que conforman un muestrario realista de los horrores vividos en la antigua Yugoslavia.
(Ediciones Vitruvio)
“La diferencia entre Pepsi y Coca Cola”, es una estupenda antología de poesía norteamericana contemporánea realizada por Julio Mas Alcaraz. Entre los autores antologados se encuentran James Tate, Billy Collins, Robert Hass o la propia Sharon Olds. Dejo como muestra el poema que da título al libro, obra de David Lehman:
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